Borrar

Izquierda

Uno quisiera ser de izquierdas cuando alguna de sus agrupaciones más representativas emiten ciertas intenciones programáticas. Uno quisiera ser de izquierdas cuando en sus programas se contienen principios y declaraciones que apuntan hacia las metas más certeras que debe contener un programa de izquierdas. Sin engaños, uno quisiera ser de izquierdas cuando la sensibilidad social se refleja en los dictados que emiten los gobiernos de izquierda.

Mariano Valcárcel González

Miércoles, 11 de mayo 2016, 14:13

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

¿Cómo no estar de acuerdo en que la situación actual es inaguantable?, ¿cómo no compartir la creencia segura de que el salvaje capitalismo al que nos hemos visto abocados es de todo menos justo y social? Que se deben incorporar a la vida y a la administración pública otras vías que refundan el llamado contrato social, en pos de una mayor equidad sin trampas y una mayor optimización de los recursos tanto humanos como financieros y políticos, es tan necesario como que la izquierda retome su lugar tan perdido y se lance ya a ser alternativa real y viva. Viva y necesaria.

Oír que la asamblea de IU recomienda los cambios necesarios y apuntados por el 15 M, que pretende que adelgace el colegio de los políticos de oficio (ya se sabe demasiado qué es lo que siempre se ha venido reclamando como para repetirlo), que la participación ciudadana tenga virtualidad real y no sólo simbólica, que para facilitar esa participación se abran las listas electorales, etec., etc., etc., ¿cómo no consignarlo casi en su totalidad? Y un mayor control de los instrumentos de la administración, y de los recursos, y de los capitales, y del entorno... ¿Cómo no estar de acuerdo?

Pensar que se deben poner límites a los poderes llamados desde siempre "fácticos", que hoy en día son principalmente "los mercados" y que en realidad son unos señores muy concretos que administran sus caudales y los de otros con la simple finalidad de chuparnos hasta la sangre y que hay que hacerlo YA, es de izquierdas. Como lo es aplicar una doctrina de rentas más equitativa y aplicar las cargas de modo no igualitario, no, sino justo. Y hacerlo YA. Como lo es volver a reajustar la política social, que no es ni aquí cobramos todos de la sopa boba ni al más vago hay que ajustarle los niveles de los demás para que no se traumatice. Una política de izquierdas es dejarse de tonterías utópicas y doctrinarias vacuas que quedan bien de cara a la galería gritante y manifestante e ir a la praxis ramplonamente real con parámetros reales y acciones reales.

Mas, ¡ay!, que luego vuelven los antiguos fantasmas nunca olvidados ni dejados atrás. Vuelven los mandamientos de la ley leninista/estalinista, vuelve la rigidez doctrinaria, lo intocable e incuestionable, la verdad revelada. Ahí es donde tanta buena intención, tantas buenas palabras, tanta promesa democrática de autenticidad intachable se hunde en el abismo de las sombras de la intransigencia. Vuelve "la Revolución" por la revolución, palabra que siempre queda bien (pero hay que definir bien qué se entiende por revolución).

Así que proclamar como nota de orgullo que para ser un verdadero izquierdista hay que ser de Cuba, Venezuela y demás (claro, de sus cuadros políticos y de sus masas aborregadas) es destrozar todo lo que de positivo tiene el mensaje, el verdadero mensaje, izquierdista de un izquierdismo renovado y actual, para en realidad sólo ir mirando hacia sus rancias estructuras leninistas y presentarlas como las únicas admisibles y viables. En el fondo se trata de lo de siempre, de mantener a unos cuadros dirigentes y doctrinarios que sean siempre los que indiquen, orienten y dirijan lo que debe ser verdadero izquierdismo y lo que hay que condenar por desviacionismo o revisionismo. Mantener a "la vanguardia" autodefinida así en el poder, perennemente, para que siempre siga tratando al personal como desvalidos mentales a los que hay que dirigir y gobernar porque solos no saben hacerlo. Revolución que nunca se termina, obviamente.

Así no queda realmente más que la alternativa de una socialdemocracia que despierte y se levante de su conformista modorra, que se deshaga de sus lastrados y desprestigiados dirigentes (cooperadores del capitalismo) y elabore un discurso programático que conjugue las necesarias medidas de izquierdas (incluyendo las de la izquierda tradicional), sin temores, con el máximo respeto a la individualidad y a la libertad de las personas. Este será el camino y quien quiera entenderlo así que lo entienda.

Mientras no se ande por este camino se seguirá allanando la permanencia de la derecha tanto empresarial y capitalista, como doctrinaria y política. Y la culpa no la tendremos los electores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios