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Alberto Román
Lunes, 28 de noviembre 2016, 11:45
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Productos que van de la huerta a la mesa y con la satisfacción de haberlos plantado, regado, cuidado y recolectado uno mismo. Tras una primera experiencia bastante satisfactoria desarrollada durante la primavera y el verano, la Fundación Huerta de San Antonio, en colaboración con la Asociación de Hortelanos de la Redonda de Miradores, ha iniciado la segunda temporada de sus huertos de ocio de la Redonda de Miradores, una iniciativa que ofrece a quien lo desee la posibilidad de trabajar su propio huerto y de llevarse a casa lo que consiga sacarle a la tierra. Algo abierto a cualquier persona (jóvenes, mayores, familias completas), iniciada o no en las labores del hortelano, y que lleva aparejado contacto con la naturaleza, convivencia, aprendizaje, relax y alimentación saludable, entre otras muchas cosas.
Con esta propuesta, la Fundación Huerta de San Antonio, que desde hace unos años favorece el cultivo del alma con las continuas actividades culturales programadas en la recuperada iglesia de San Lorenzo, permite ahora cultivar la tierra con los ricos productos de la huerta. Se trata de un paso más en la consecución de sus objetivos fundacionales, en este caso los relacionados con la recuperación de la memoria y de los oficios tradicionales del barrio que recibe el nombre del emblemático templo, y con la puesta en valor del paisaje de la cornisa sur de la ciudad.
En concreto, la institución tiene entre sus líneas de trabajo la conservación del patrimonio inmaterial de las huertas, tan importantes en la historia de la barriada de San Lorenzo. Buena prueba de ello ha sido la celebración en la propia iglesia de los mercados con productos hortofrutícolas o las visitas guiadas a las huertas de la ladera sur de Úbeda.
Hace unos meses dieron un paso más con la recuperación de unos 900 metros cuadrados de la cornisa sur, en la zona conocida como Granadillo-Huerta Grande, a través de la creación de unos huertos de ocio (o familiares). Un suelo que estaba baldío y que fue cedido por su propietario para esta iniciativa. La zona está a dos minutos andando desde la Fuente de la Saludeja, en la Redonda de Miradores. Es un remanso de calma y de tranquilidad que, cuando uno lo pisa, parece mentira que esté tan cerca del casco urbano.
En este lugar se han definido pequeñas parcelas de unos 45 metros cuadrados que se ceden a los interesados en régimen de aparcería, es decir, que uno es 'dueño' de lo que cultiva. Además, allí se cuenta con una persona que ha sido contratada para asesorar al 'aprendiz de hortelano' sobre qué cultivar y el modo de hacerlo, cómo regar, cuándo recoger También se facilita todo lo necesario, como las semillas, el sistema de riego, el agua y hasta la azada. De esta forma, en los participantes recae hacer el trabajo propiamente dicho. Y cada mes pagan, aproximadamente, un euro por cada metro cuadrado, dinero a modo de donación (y, por tanto, desgravable) que se reinvierte en el lugar en forma de material, herramientas, semillas, etcétera, así como en pagar al encargado.
Aunque parezca poco terreno, en cada parcela es posible obtener muchos kilos de hortalizas, ecológicas porque no llevan productos añadidos, que cada cual puede emplear en lo que quiera, aunque el planteamiento es más el autoconsumo y el uso familiar. Así lo confirman los once 'aprendices de hortelanos' que participaron en la primera temporada de seis meses que terminó en octubre, la mitad de los cuales continúan en la segunda, hasta abril aproximadamente, junto a otros 'valientes' que se han añadido ahora que viene el tiempo de las acelgas, habas, espinacas, lechugas, cebolletas, ajos, guisantes o puerros. Y los que no repiten es porque prefieren descansar en invierno y volver en primavera, para la tercera temporada.
«Bajamos más a recoger que a trabajar»
Es el caso de José Manuel López y Elena María Garrido, una joven pareja que durante el verano estuvo bien surtida de calabacines, berenjenas, tomates, sandías, patatas, melones o pimientos. Él, biólogo que trabaja en un laboratorio, y ella, enfermera, durante seis meses estuvieron bajando a su huerto prestado junto a sus hijos, también José Manuel y Elena, para disfrutar del trabajo en familia, el buen tiempo y la tranquilidad. Tuvieron que aprenderlo todo porque no tenían experiencia alguna, y lo más complicado resultó instalar el sistema de riego (que ya se ha quedado colocado para el siguiente), aunque aseguran que fue divertido.
«Bajamos más a recoger que a trabajar», dicen entre risas, recordando que obtuvieron más fruto del que esperaban, lo cual ayudó a llenar la nevera, a probar nuevas recetas con los productos recolectados y a regalar una buena parte a la familia. Así, no les llegaba a sobrar, pero de lo contrario incluso se habrían planteado hacer conservas para disponer, por ejemplo, de tomates el resto del año. Ellos descansarán en invierno, aunque su idea es repetir la próxima primavera, pues afirman que se aprende mucho y que incluso se nota cierto ahorro en la cesta de la compra.
Juan Ramón de la Blanca, de 60 años, también estuvo en verano y sigue en invierno. Este licenciado en Historia que nunca ejerció como tal y que trabajó en el sector de la automoción, tampoco tenía experiencia en el trabajo del campo pero ahora se maneja perfectamente. «Merece la pena por el rato tan bueno que echas y por la satisfacción de ver el huerto crecer», manifiesta.
«Esto es como todo: si le dedicas más tiempo, pues tienes más producto», afirma Juanba Pastor, destacando el sabor y la textura de las hortalizas, «muy diferente a lo que encuentras en muchos supermercados, además de ser mucho más sano». En su caso, compartió huerto con su madre, un primo y un amigo, y la idea es repetir, pues les sirve de entretenimiento y aprendizaje.
Tiempo
¿Qué tiempo hay que dedicarle al huerto? La tarea que lleva más tiempo es, sin duda, la de la preparación del terreno para sembrar, pero una vez hecho esto, es suficiente con un par de horas como mínimo a la semana para regar, quitar la malas hierbas o recoger la producción.
Según todos los participantes, la experiencia merece la pena por lo valores que implica a nivel educativo, de esmero y paciencia, de disfrute y sentir la tierra, junto a lo que supone de dar vida y conservar la ladera sur donde el olivar le ha ido comiendo el terreno a las huertas. Además, es mejor que cualquier terapia. Y sus posibilidades de futuro son tremendas, pues la iniciativa podría ampliarse con actividades para colegios, visitas y talleres específicos. Los interesados en inscribirse u obtener más información pueden ponerse en contacto con la Fundación Huerta de San Antonio a través de su correo electrónico (fundacionhuertadesanantonio@gmail.com).
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