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Cierre de un establecimiento en el centro. ROMÁN

Balada triste de persianas

Crónica de una tarde en la que la actividad no esencial echó el cierre durante, al menos, catorce días

Alberto Román

Úbeda

Miércoles, 3 de febrero 2021, 08:42

Son las seis de la tarde. Y en la calle Nueva (como se conoce tradicionalmente a la calle Obispo Cobos) comienza a sonar la sinfonía habitual de persianas metálicas que bajan. Algunas, las manuales, caen casi a plomo, según la fuerza de quien se encarga de cerrar. Otras, las automáticas, se deslizan poco a poco, con una estridencia menor pero más larga. Se genera así una especie de melodía desafinada, como violines de una orquesta calentando arco y cuerdas antes de un concierto.

Son las seis de la tarde y ese sonido, adelantado un par de horas desde hace unas semanas, se repite como un eco en cada calle donde hay un comercio empeñado en resistir a un año horrible. Pero hoy (que ya es ayer), esta sinfonía que acompaña al atardecer parece más triste, suena a balada italiana de voz rasgada, a incertidumbre. Porque mañana (que ya es hoy), no se oirá. Toca no hacer ruido (ni caja) durante, al menos, catorce días.

Son las seis de la tarde y hasta se ha quedado en silencio el hombre que, a pie de losa, lleva años en esta calle comercial tocando su acordeón (aunque hay quien defiende que solo produce notas sueltas en las que, a veces y por azar, se intuyen canciones). Con las manos al abrigo de los bolsillos y como si presenciara un partido de tenis, arrastra la mirada por el suelo desde donde ha dejado el instrumento hasta donde tiene un recipiente con unas pocas monedas, y a la inversa. Ha parado de tocar como queriendo escuchar respetuoso ese sonido de persianas que no le acompañará en su recital callejero hasta dentro de dos semanas (si todo va a mejor, claro). Parece una despedida temporal.

Catorce días, con su horario de mañana y su horario de tarde, permanecerán cerrados los establecimientos no esenciales. Una curiosa denominación cuando siempre nos han inculcado que es misión esencial de todo ser humano ganarse la vida trabajando honradamente. Lógico que a pie de calle la drástica medida se entienda pero no se entienda (no sé si me explico). Paradojas de esta pandemia.

«No sé si la volveré a subir»

«Estoy bajando la persiana y, sinceramente, no sé si la volveré a subir. Porque hemos llegado a este punto muy mal. Y si son catorce días quizá pueda intentarlo. Pero si esto se alarga más, yo creo que no podré seguir», me asegura un comerciante mientras yo tomo notas y él gira la llave que acciona el motor del cierre. Antes de irse me pide, por favor, que no escriba su nombre, pues tiene dos empleadas a las que no quiere alarmar más de la cuenta.

En la misma calle veo un establecimiento que el pasado viernes mostraba folios impresos con tipografía grande, formando la palabra 'liquidación'. Hoy, de la 'L' a la 'N' ya no queda ni una letra. Desde el escaparate nada más que se asoman varios maniquíes desnudos. Y, dentro, donde debería estar el género, solo hay perchas, estantes vacíos, una escoba y un recogedor. Una liquidación en toda regla.

Cierto es que Obispo Cobos y Mesones, que alineaban el centro comercial de la ciudad, ya no son lo que eran, pues desde hace tiempo en ellas conviven los letreros de los comercios que aún aguantan con los carteles de 'se vende' o, sobre todo, 'se alquila'. Pero es que la crisis económica derivada de la crisis sanitaria están llevando a estas calles hasta un punto de difícil retorno.

«De donde no hay no se puede sacar»

«Si tienes el local en propiedad se puede medio tirar adelante aunque tengas pérdidas, pero si es de otro, tienes empleados, tienes que pagar luz y demás gastos… pues de donde no hay no se puede sacar», me dice Seba tras el mostrador de Bolsos Pruden. En su caso el local es de la familia. El suyo es un veterano negocio cuyo origen se remonta a 1958, cuando su padre y su abuelo, que eran guarnicioneros, evolucionaron hacia la marroquinería. En el 73 se incorporó su madre, la incombustible Pruden, y con ella también los bolsos. Y después el tiempo y la nueva generación de comerciantes ayudó a la ampliación con calzado y otros muchos artículos.

Seba, que acaba de explicarle a una vecina que hay que echar el cierre el martes por la tarde y no el miércoles, me cuenta que llegan a este nuevo cierre muy tocados tras las restricciones de noviembre, unas navidades regulares y nuevas limitaciones desde el pasado día 8. Calcula que en los últimos once meses han vendido la mitad de lo que hubiera sido un año normal. «No sabemos que nos va a deparar el futuro», asegura ante la grabadora, recordando que una parte importante de su negocio depende de las celebraciones (bodas, comuniones, etcétera) y también de la sección de playa, dos segmentos que, viendo lo visto, están en el aire. Tiene una empleada en ERTE que, «si esto mejora se reincorporará, como ya hizo en Navidad». Y tras renovar algo de género después de las fiestas, ahora piensa que quizá se tenía que haber esperado un poco.

«Estábamos levantando cabeza»

El cierre perimetral de Úbeda afectó mucho a negocios de este tipo, cuya clientela se extiende por toda la comarca, pues son lugares de referencia para numerosos vecinos de municipios cercanos. Esto es algo que anoto en mi conversación con Jose, Francis y Fran en El Rayo, mítica zapatería ubetense, de visita casi obligada para quienes hacen sus compras en la ciudad. «La ilusión no la perdemos y seguimos pidiendo y reponiendo género, pero no te voy a negar que este cierre desmoraliza un poco porque llega cuando estábamos levantando cabeza», me dice Francis, cuyo padre empezó de zapatero y abrió el negocio hace 60 años y que ahora trabaja codo con codo con su hijo Fran, la tercera generación que se ha criado en la tienda de esta empresa familiar usando los zapatos como juguetes.

Calcula que las pérdidas desde el inicio de la pandemia están entre un 30% y un 40%, en parte también por la ausencia de celebraciones y eventos, lo cual les movía mucha clientela entre los expositores de calzado. No obstante asegura que, de momento, el negocio no peligra, como sí ocurre en otros muchos casos de otros muchos sectores, porque esta situación les pilló «con las cuentas saneadas». Seis personas tiene la empresa trabajando en sus dos establecimientos, algunas de las cuales están en situación de ERTE. Y en este tiempo han buscado otros canales de venta aprovechando las nuevas tecnologías. Así, por ejemplo, El Rayo forma parte de la plataforma Úbeda Comercial, el portal de venta online que ha puesto en marcha el Ayuntamiento. Y hasta ahora la experiencia está siendo buena, ya que han recibido pedidos, algunos desde lugares situados a muchos kilómetros.

La hostelería

La hostelería también ha echado la persiana en Úbeda tras unos meses aguantando el chaparrón, el de la pandemia y el meteorológico. El sector ha cerrado igualmente sin llegar a entender del todo la medida y los distintos niveles de la tasa de incidencia, y menos aún cuando se permiten actividades que concentran a muchas personas en un mismo lugar, sin ni siquiera llegar a tomar la mitad de las precauciones que se toman en bares, cafeterías y demás.

«Al final se mantienen un montón de actividades consideradas esenciales y a nosotros nos dejan en casa», asegura el dueño de un bar tras el servicio de mediodía, mientras limpia antes de cerrar, en principio, durante dos semanas. «Hemos estado tirando de ahorros, pero ya los hemos gastado, así que no sé lo que va a pasar a partir de ahora», me dice señalando hacia mi libreta para que lo apunte bien, mientras me pone una caña y se sirve otra, que se bebe casi de un trago como queriendo ahogar palabras más contundentes.

La calle Real, que en otro tiempo estaría plagada de terrazas, ahora está desierta. Lleva tiempo sin correr por allí el aire que soplaba gracias al turismo. Y en otros puntos de la ciudad, donde el visitante no llegaba, la limitación de aforos y la limitación de las terrazas por las condiciones meteorológicas poco a poco han estado haciendo mella, reduciendo la afluencia de parroquianos. Ahora ya, con el cierre, no pueden ni contar con los pocos fieles que mantenían la costumbre de la tapa y la caña, que es como se comulga en los bares de Úbeda.

«Ya no sé qué inventar»

Algunos negocios han reconducido su actividad y han reforzado el servicio a domicilio o de recogida, para dar salida a sus platos y hacer algo de caja. «Pero es muy difícil sacar aunque sea para pagar gastos», me cuenta uno de estos empresarios que se dirige con prisa a su establecimiento cargado de bolsas. «Yo, la verdad, es que ya no sé qué inventar», me grita volviendo la cabeza y colocándose la mascarilla con el codo.

El último café antes de catorce días sin poder entrar en una cafetería me lo tomo en Alejo, en la calle Sagasta. Allí, gracias a que tienen obrador de pastelería (Doña Rosita Dulces y Tartas), los hermanos Julio y Rosa han pensado en seguir trabajando por las mañanas para atender encargos que los clientes puedan recoger, como tartas y otros dulces, y servir algún café para llevar. «Esto no te salva, pero al menos mantenemos el servicio. Yo, además, aprovecho para inventar, innovar, probar otras recetas, actualizar la carta… Se trata, en definitiva, de seguir ocupados», afirma ella mientras envuelve una tarta que están a punto de llevarse. Y él, entre risas, me cuenta lo que le ha respondido un cliente y amigo al que le ha preguntado si piensa venir a verlo, aunque sea de paso: «yo no pienso beberme un café en un vaso de cartón».

Y allí los dejo, limpiando la cafetera y recogiendo las últimas tazas mientras enfilo el camino a casa, con el sabor del café aún en la boca. Y cuando voy andando por Obispo Cobos y Mesones, la plaza y la Corredera, dejo atrás la sinfonía metálica de persianas que bajan. Una melodía desafinada, que suena a balada triste y que no volverá hasta dentro de, como mínimo, dos semanas. Porque son las seis de la tarde de hoy (que ya es ayer). Queda un día menos. Ánimo.

Bajando la persiana de un establecimiento, Rosa intentando mantener el negocio con pedidos de dulces y vista de la calle Mesones donde se encuentra Bolsos Pruden. ROMÁN
Imagen principal - Bajando la persiana de un establecimiento, Rosa intentando mantener el negocio con pedidos de dulces y vista de la calle Mesones donde se encuentra Bolsos Pruden.
Imagen secundaria 1 - Bajando la persiana de un establecimiento, Rosa intentando mantener el negocio con pedidos de dulces y vista de la calle Mesones donde se encuentra Bolsos Pruden.
Imagen secundaria 2 - Bajando la persiana de un establecimiento, Rosa intentando mantener el negocio con pedidos de dulces y vista de la calle Mesones donde se encuentra Bolsos Pruden.

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