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Alberto Román
Úbeda
Domingo, 22 de marzo 2020
Sin quererlo, a veces soy muy oportuno. No se me ocurrió mejor idea que llamarles justo a la hora en la que él, de punta en blanco, tenía que estar esperándola ante el altar de la iglesia de San Nicolás, y ella saliendo de su casa, ramo en mano, con su flamante vestido de novia. «No te preocupes, no tenemos nada importante programado para hoy», me dicen, entre la risa y la resignación, los dos muy juntitos desde el otro lado de la pantalla del móvil.
Macarena Herrera y Manuel Jesús Lizana son dos jóvenes ubetenses que el pasado sábado tenían que haberse dado el «sí, quiero» ante los ojos de Dios y de unos 250 invitados. Pero un decreto, el del estado de alarma, se interpuso en su camino y echó por tierra sus planes y sus ilusiones. Es como si se hubiese pronunciado aquella típica y peliculera frase de «si alguien tiene algún impedimento para que esta boda se celebre, que hable ahora o calle para siempre», y el coronavirus hubiera levantado la mano desde el último banco.
Así que el sábado, a las doce y media, nadie se reunió en la iglesia de San Nicolás para ser testigo directo de este momento tan especial para la pareja. Nadie se emocionó y se secó las lágrimas. Nadie tiró puñados de arroz hacia la puerta del templo al grito de «vivan los novios». Nadie hizo fotos para el recuerdo y para presumir de felicidad en las redes. Y nadie se fue después a celebrarlo a Salón Aguasblanquillas, donde, además de buena comida y bebida, no habrían faltado las sorpresas, y la música, y el baile, y alguna que otra corbata atada alrededor de la cabeza al final de la noche.
No es tarea fácil suspender una boda a una semana de su celebración. Aunque Macarena y Lizana me cuentan que, en realidad, la decisión no la tomaron ellos, sino que vino empujada por la precipitación de las excepcionales circunstancias que vivimos en estos días a causa del dichoso coronavirus.
No obstante, por este mismo motivo, ya llevaban un tiempo con calentamientos de cabeza, porque la luna de miel la habían planificado en Japón, considerado desde un principio uno de los países de riesgo. «Ya empezamos a pasarlo mal con el viaje y a partir de ahí se fue viniendo todo abajo», dice Manuel.
El viernes 13, una semana y un día antes de la boda, y el día previo a la declaración del estado de alarma, fueron a trabajar, él a un instituto de Navas de San Juan y ella a las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (Safa) de Úbeda. Los dos son profesores. Pero cuando volvieron a casa a mediodía ya no pudieron ni comer, porque todo se había desencadenado. Se fueron directos a hablar con Carlos, el responsable del salón. Había que hacer algo porque no paraban de recibir llamadas de preocupación e incertidumbre de los invitados.
El hostelero, del que dicen no tener queja alguna (todo lo contrario) porque ha estado «dispuesto para todo» y les ha dado «todas las facilidades», les advirtió que la cosa iba a ir a peor, aunque aseveró que si decidían seguir adelante él haría todo lo que estuviese en su mano. Lógicamente, no aseguraba el servicio si la situación se complicaba más y si, por orden de la autoridad, le obligaban a cerrar las instalaciones, como así ocurrió horas más tarde. «Carlos se ha portado genial», destaca la pareja, que había ido a reservar fecha en el salón un año y siete meses antes. No en vano, es uno de los lugares para eventos sociales más demandados de la zona. Y añade: «nada más suspender, nos ofreció nuevas fechas en un momento en el que había otras muchas parejas anulando y replanificando celebraciones, y eso es de agradecer».
Resuelto el tema del salón, que no es baladí, llegó lo más complicado: desorganizar algo que llevaban organizando desde casi dos años atrás. ¿Cómo se hace? «Pues antes de hablar con los invitados nos pusimos en contacto con todos los servicios que había contratados», narra Macarena. Flores, fotografía, vídeo, otros elementos de decoración y algunas cosas más que no es cuestión de desvelar a los invitados de cara a la nueva fecha del enlace.
Muchas cosas ha habido que pagarlas irremediablemente, pues ya se habían recibido y era imposible su devolución. Otras, como ciertos detalles, pues habrá que estudiar su reutilización, ya que llevan la fecha del pasado sábado impresa. Y lo demás ha sido cuestión de ir llegando a acuerdos y reestructurando agendas.
Respecto a los invitados, pues hubo que llamarlos uno a uno. Gran parte eran de Úbeda pero también venía mucha gente de fuera, como amigos de Algeciras o familiares de Sevilla. Incluso una amiga, actualmente en Londres, llevaba dos meses con los billetes de avión comprados. La pareja coincide en señalar que todos han sido muy comprensivos. «La mayoría, sobre todo nuestros amigos, nos dijeron que, decidiéramos lo que decidiéramos, contáramos con ellos», recuerda ella.
Y en ese momento, como seguramente le hubiera ocurrido a Macarena en el altar el pasado sábado, al verse frente a su pareja y rodeada de toda la gente que les quiere, no puede evitar emocionarse cuando asegura: «de todo esto hemos sacado una cosa buena, y es comprobar el apoyo de la gente, darnos cuenta de la suerte que tenemos al tenerles a nuestro lado». Verdad verdadera.
Lo del viaje de novios está siendo caso aparte para Macarena y Manuel. Llevan unas semanas intentando anularlo todo con las garantías de devolución del importe, desde que vieron lo complicada que estaba la situación en Japón, su destino. «En la agencia de viajes se han portando bien, pero el touroperador nos decía que todo estaba normal» en el país nipón, cuentan. Hasta tuvieron que llamar a la oficina de turismo de Tokio para informarse directamente.
Así, siguen peleando por el dinero que invirtieron en esta luna de miel que, sin disfrutarla, les está dejando un sabor amargo. Según aseguran, lo único que les queda pendiente es que la aerolínea decida reintegrarles la cantidad que pagaron por los vuelos. El motivo que alegan es que, al no poder casarse, no pueden viajar porque no tienen el permiso laboral que les corresponde. El tiempo dirá.
Macarena y Manuel Jesús llevan tres años como pareja. Y seguramente, de esta situación complicada, su compromiso, su proyecto vital en común salga reforzado. «Tenemos la suerte de estar juntos en estos días», me cuentan desde el otro lado de la pantalla del móvil, mientras un precioso vestido y un traje de lo más elegante aguardan en el armario hasta el próximo 1 de noviembre. Esa es la nueva fecha, ante la que han iniciado de nuevo la cuenta atrás de la ilusión. Ellos y todos sus familiares y amigos, que están deseando gritarles aquello de «¡¡¡vivan los novios!!! Que se besen, que se besen…».
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