Aspecto actual del Mercado Municipal de Abastos. ROMÁN

«Algunas despensas tardarán en vaciarse»

Entre medidas de prevención y con una buen cara, los vendedores del Mercado de Abastos intentan seguir abasteciendo a su clientela

Alberto Román

Úbeda

Viernes, 20 de marzo 2020, 10:39

«Enero y febrero fueron dos meses muy malos, pero ahora marzo, con la que tenemos encima, ni te cuento». Me lo dice Felicia, apostada a más de un metro detrás del mostrador, mientras corta y envuelve con cuidado mitad de cuarto de choped. Ella es una de las vendedoras del Mercado Municipal de Abastos de Úbeda, donde algo más de una veintena de puestos resiste contra viento y marea. Porque lo de resistir en este centro del comercio más tradicional de la localidad no es nada nuevo. Llevan años aguantando el tipo, esperando una renovación y modernización de las instalaciones que nunca llega. Pero esa es otra guerra y ahora la que hay que ganar es la del coronavirus.

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La mayoría de los puestos que aún funcionaban la pasada Navidad (fue la última vez que los conté y eran 29), han decidido voluntariamente levantar sus persianas todos los días a primera hora de la mañana (salvo los domingos, claro), para seguir abasteciendo a su clientela de alimentos frescos y de calidad. Lógicamente, no abren los dos bares interiores del mercado o el comerciante que ofrece macetas y plantas de vez en cuando. Y hay vendedores que mantienen la costumbre de colocar su género solo los viernes y sábados. Por eso decía que sigue en la brecha algo más de una veintena.

Mientras Felicia me cuenta que ya no le compran quienes trabajan por la zona porque deben estar teletrabajando desde sus casas, y tampoco turistas ni 'forasteros' (ubetenses que viven fuera y regresan unos días), me doy cuenta que delante de cada puesto se ha delimitado en el suelo un recuadro con cinta adhesiva, como la que se utiliza para balizar. Es el lugar donde deben colocarse los clientes, de uno en uno, para guardar la distancia de seguridad con el vendedor. Y fuera del recuadro, en línea recta, se forman las filas por turnos, también dejando entre medias más de un metro. Para ayudar a la organización y no mezclar clientelas, se han colocado igualmente vallas entre los distintos puntos de venta. Afortunadamente en el mercado hay espacio para que todos puedan apañarse y no se dan aglomeraciones.

Seguridad y desinfección

Felicia, que narra con cierta curiosidad que en estos días ha bajado mucho la venta de jamón al corte, su especialidad, porque cree que la gente se ha provisto de patas de jamón para sus casas, trata el género con pulcritud. Usa guantes, desinfecta todo con alcohol, también las manos, y utiliza una pequeña bandeja para depositar el dinero en el pago y en las vueltas. Esa es la tónica general en todos los puntos de venta. Y se ven mascarillas a ambos lados de los mostradores.

Varios operarios del Ayuntamiento pasan por todos los puestos para desinfectar la parte baja de cada uno, el suelo, los rincones, los bordillos o las rejillas que recogen el agua para canalizarla a la red de saneamiento. Les pregunto y me dicen que lo hacen dos o tres veces cada mañana. Delante de mí un hombre les ha pedido que le espolvoreen desinfectante en las suelas de los zapatos. Espero que haya sido una broma. Aunque, viendo cómo están las cosas, no me extrañaría que estuviera en serio.

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Según Felicia, tras la gran cantidad de gente que atendieron el viernes y, sobre todo, el sábado, y las peregrinaciones a los supermercados, ahora muy pocas personas salen a comprar. En su opinión, no es normal el aprovisionamiento que hicieron algunos, pues género no falta y el abastecimiento está garantizado. Pero claro, al haber menos venta, los pedidos que hacen a sus proveedores también son menores. ¿Tiene ventajas comprar en el mercado? «Por lo menos no hay que hacer las colas que se ven en otros sitios», dice, con su sonrisa de siempre y su forma habitual de intentar buscarle el lado bueno a las cosas.

Aprovisionamiento

He cambiado de punto de venta y escucho esto: «cuando cerramos el pasado sábado, lo único que quedaba en el puesto era mi compañera y yo». Me lo cuenta Juan Antonio, recordando cómo ese día lo vendió todo en su carnicería ante la alarma generada. El tema es que la gente ha llenado frigoríficos y congeladores, por lo que pasará bastante tiempo hasta que necesite comprar de nuevo. «Algunas despensas tardarán en vaciarse, porque el sábado me fui y me quedaban solo dos paletillas de cordero», coincide en señalar Mari, otra carnicera.

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Así, lo poca parroquia que se ve está formada por clientes fieles y habituales, pero muchos menos de lo normal porque el público del mercado suele tener cierta edad, y ya se sabe que las personas mayores, más que el resto, deben quedarse en casa. Por eso no es raro que haya vendedores pensando en abrir solo los viernes y sábados, y en todo caso quizá también los jueves. Aunque, de momento, no hay nada decidido.

En este punto me llega una propuesta desde otro de los puestos: «ya que existe un servicio del Ayuntamiento y gente particular que está haciendo la compra voluntariamente a los mayores, en lugar de ir a las grandes superficies podrían hacerla aquí en el mercado, que hay de todo; o en los comercios de barrio para echar un cable a los pequeños negocios». No me parece mala idea. Más aún cuando me dice que, según sus cálculos, ahora venden menos de la mitad que antes de esta situación.

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Autónomos

«Yo no era miedoso, pero llevo unos días preocupado porque me parece que esto irá para largo», me confiesa Jero, quien tiene en su pescadería mucha variedad de género, aunque menos cantidad de lo habitual para que no se le quede colgado. Cree que los autónomos merecen más atención y medidas para sobrellevar esta crisis, y no solo lo dice por él, que al menos puede abrir la persiana, sino también pensando en quienes han cerrado irremediablemente y no tienen ingreso alguno.

Y escucho desde lejos a otro vendedor proponiendo que el Ayuntamiento estudie la posibilidad de reducir de forma extraordinaria tasas e impuestos para los pequeños comerciantes, refiriéndose en su caso al dinero que pagan por vender allí. Por pedir que no quede, como me cuenta con su habitual humor socarrón 'La hija de Julio', responsable de la panadería del mismo nombre: «¿pues no me dice un cliente que, ya que esto es producto de primera necesidad, deberíamos dárselo gratis?».

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Y pese a todo el panorama que he visto, me marcho con una sonrisa, no sin antes despedirme del frutero: «en mi vida había cogido un carro de la compra, y aquí me tienes, haciéndole el rodaje». Me contesta con risas y sigue con su tarea, mientras intuyo que le está dando vueltas a la cabeza, meditando sobre qué pasara mañana, y al día siguiente, y al otro… Y yo, con un carro que he ido llenando en cada puesto, me voy a dejárselo a mis padres en el portal y pensando: «ya tengo el reportaje de hoy, así que toca recluirse en casita».

Perspectiva del mercado y labores de desinfección. ROMÁN
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