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Alberto Román
Úbeda
Viernes, 24 de julio 2020, 22:02
La ermita de Madre de Dios del Campo ha sido rescatada de la ruina y vive ya una nueva etapa gracias a un ambicioso proyecto que le ha dado otra oportunidad, garantizando la conservación de los restos que quedaban en pie, los cuales han sido integrados y sirven de base para el remozado edificio. Algo más de quince meses después de colocarse la primera piedra de las obras, las ruinas situadas a las afueras de Úbeda (en el entorno de la salida por la antigua carretera de Torreperogil) se han convertido en un complejo hostelero adaptado a los nuevos tiempos en el que ha primado la esencia de un inmueble cuyas primeras referencias se remontan a finales del siglo XV aunque fue reedificado en el XVIII.
Gracias a estas obras, en las que además se ha reconstruido parte de lo que se había perdido, que no era poco debido a lamentables acontecimientos, el paso del tiempo y el expolio, la ermita ha conseguido abandonar la denominada Lista Roja del Patrimonio, una iniciativa de la Asociación Hispania Nostra que recoge aquellos elementos del patrimonio cultural español que están sometidos a riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores, al objeto de darlos a conocer y lograr su consolidación o restauración. Ahora, por fin, se encuentra en la Lista Verde.
El milagro ha sido posible gracias a los hermanos Mercedes y Eduardo Caño Sánchez, responsables de este complejo de 11.000 metros de extensión con restaurante en la capilla y salas aledañas, un patio diáfano para grandes eventos (familiares, particulares, de empresa o congresos), zona de cocinas y almacenaje, terraza con vistas, diferentes espacios abiertos y oficinas.
Los promotores pensaron que esta antigua ermita cumplía con los requisitos que buscaban, incluyendo su carácter histórico y monumental, ideal para una ciudad Patrimonio de la Humanidad como Úbeda. De esta forma, adquirieron hace cinco años los 3.000 metros cuadrados del edificio en ruinas. Se lo compraron a otro empresario que a su vez había cerrado el trato años atrás con el Obispado de Jaén. Posteriormente, hace poco más de dos años, se hicieron con otros 8.000 metros en el entorno. Y con la fusión de las dos fincas se inició el proyecto, en el que convive también la empresa de catering que gestionan desde hace más de quince años.
A todo ello se ha añadido el arreglo y mejora del camino de acceso, a cargo del Ayuntamiento, que beneficia también a las viviendas del entorno y a algunas asociaciones que transitan por allí y habían solicitado una intervención municipal.
Las primeras referencias de la ermita se remontan a 1495, año en que Pedro Sánchez Romo dona al convento de la Trinidad un palacio situado junto a ella. El templo fue reedificado entre 1738 y 1787, tardándose mucho en la ejecución de las obras por la ausencia de donativos. La ermita estaba dotada de una hospedería, cuya labor continuaría al menos hasta 1844. Con la Desamortización Eclesiástica se enajenaron sus numerosos bienes, permaneciendo abierta al culto gracias a la devoción del pueblo ubetense. Su estado de conservación en 1928 debía ser regular, pues se solicita su restauración. En 1944 se proyecta su conversión en una casa de ejercicios espirituales, obras que se abandonaron en un avanzado estado de ejecución.
Saqueado y desvalijado de algunos de sus bienes muebles, el edificio llegó a ser ocupado por familias desarraigadas, que se calentaban usando las maderas del edificio. Como colofón a este abandono, «en 1977 el párroco Manuel Medina dinamitó la ermita para utilizar sus piedras en la ampliación de la conocida como ermita del Paje, quedando la iglesia sin techumbre y algunos restos de su hospedería», explica en su web la Lista Roja del Patrimonio.
Según publicaba la prensa el 19 de julio de 1977, haciéndose eco de la información aportada por la agencia Cifra, el sacerdote fue detenido por estos hechos, aunque posteriormente, al encontrarse enfermo, el juez de Úbeda decretó para él arresto domiciliario. La voladura de parte de la ermita, tal y como declaró al ser detenido, la consideró necesaria «puesto que una de las vallas estaba derribada, habían desaparecido los materiales de su construcción y apreció una expoliación general de puertas, arcos, cerrajería y otros elementos, convirtiéndose el recinto en lugar de escombros y cobijo de inmoralidades», añaden las crónicas de la época. Y cuentan igualmente que Manuel Medina dijo que «antes de tomar tal decisión contaba con las autorizaciones verbales del alcalde de Úbeda, del delegado local de Bellas Artes y el beneplácito del obispo de la diócesis, inmediato superior suyo».
En la ermita subsisten importantes restos del templo, como su fachada clasicista, con un arco de medio punto flanqueado por pilastras y un cuerpo superior compuesto por tres hornacinas y frontón recto que alojó en su interior un escudo heráldico. En su fachada se ven restos de ventanas, que igualmente se ornamentan con pilastras, frontones rectos y jarrones. En su interior, el templo presenta nave única. Junto a él se conservan algunas estancias y restos de una arcada. Igualmente se mantienen los muros horadados de su hospedería. Sin embargo, la espadaña que coronaba la ermita desapareció, al igual que muchas piedras y otros restos diseminados.
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