Historias de cuarentena en Úbeda
Rafael Martínez Redondo imparte clases de clarinete a sus alumnos del conservatorio y el alfarero Pablo Tito aprovecha para realizar piezas que precisan más tiempo
Alberto Román
Úbeda
Jueves, 26 de marzo 2020, 13:22
«¿Te puedo llamar ahora para hablar dos minutos?», le escribí. Y contestó en cuestión de segundos: «sí, por favor. Necesito hablar con gente, incluso contigo». Ese es el humor socarrón de Rafael Martínez Redondo, conocido en la ciudad, entre otras muchas, muchas (pero muchas) cosas, por ser el director de la Agrupación Musical Ubetense. A estas alturas del calendario tendría que estar hasta arriba de obligaciones: en sus clases como profesor de clarinete del Conservatorio de Música 'María de Molina' a final de trimestre, en sus ensayos como capataz del paso de la Virgen de Gracia o en los preparativos de todos los compromisos cofrades de la banda de música o de alguna otra formación a la que pertenece, entre otras muchas, muchas (pero muchas) cosas.
Desgraciadamente, todo el tema semanasantero se le ha venido abajo. Así que, en este periodo de confinamiento, ha encontrado la manera de sentirse activo en las clases virtuales que imparte s sus alumnos del conservatorio, que no solo son de Úbeda, sino de muchos municipios del entorno. «Las instrucciones que nos dieron a los profesores en su momento fueron que estuviéramos pendientes del alumnado, así que cada uno se ha ido buscando la fórmula, bien con las herramientas que han puesto a nuestra disposición o con otras posibilidades que nos ofrece internet», me contó Rafa.
En su caso utiliza Google Duo, lo que le permite mantener una videoconferencia con cada estudiante de clarinete. Y aunque la calidad del sonido y la imagen no son lo mejor, es suficiente para ir haciendo ejercicios. «Desde el lunes, que lo organizo todo, bien temprano, a las ocho y media de la mañana, llamo el primero y sigo durante gran parte de la mañana y la tarde revisando cómo uno a uno tocan los ejercicios», me explicó. Así, los alumnos están activos, y no solo el tiempo que dura la clase virtual, sino también después preparando la siguiente sesión. «No les supone una faena, es una motivación». Y para el profesor igual, lo cual dijo que le está ayudando mucho en estos días. «Además, las familias están encantadas con estas clases, pero te aseguro que yo más», comentó.
Me contó además una cosa curiosa. Y es que, en el aula, cuando un alumno falla al hacer un ejercicio suele decir: «maestro, en mi casa me salía». Y ahora, que los está viendo a todos tocar en casa, resulta que llevaban razón, que les sale bien. «Cuando pase todo esto, ¿cómo les digo yo que no me lo creo y que es una excusa?», exclamó riendo.
Y así se le van pasando los días a Rafa, con momentos buenos y otros de bajón, sin poder dejar de pensar en todo el trajín que debería tener actualmente y que tantas veces le hizo pensar «tengo que ir quitándome cosas». Ahora, al contrario, encerrado en casa echa de menos ese ajetreo. Afortunadamente lo suple con la compañía de su esposa y sus hijos.
Con el barro
También añora más actividad el alfarero Pablo Tito. Su obrador está siendo su refugio, el lugar donde las horas parece que pasan más rápido porque tiene las manos, y la mente, ocupadas. Eso sí, tiene la puerta cerrada a cal y canto. No hay visitas de amigos o turistas que interrumpan la faena. Nadie recorre el museo que tiene en la planta de arriba. No existen clientes interesados en llevarse un regalo o un recuerdo de Úbeda en forma de cerámica tradicional. Aunque, a quien realmente echa de menos, es a su padre y maestro, Paco Tito, ya jubilado pero que solía bajar diariamente. «Creo que él lo lleva peor porque toda la vida ha estado aquí con las manos llenas de barro, y aunque a veces me propone bajar un rato, le pido que, por favor, se quede en casa», me contó a través del teléfono.
En estos días en los que hay menos distracciones está dedicándose a piezas que no hace habitualmente porque precisan tiempo y concentración extra. Ha comenzado un 'Vaso de la Alhambra', complejo por sus grandes dimensiones. También dos mesas para luego añadirles unas patas de forja. Y una de sus curiosas radios con exterior en cerámica e interior electrónico para que funcione perfectamente. Asimismo, dedica algún rato a otras piezas con las que su alfar quiere recuperar la cerámica decorada en azul cobalto con motivos exquisitos y delicados. Una línea inspirada en los restos de cerámica realizada durante el siglo XVI que hallaron hace cuarenta años durante la restauración de su horno árabe.
«Este periodo me lo tomo como una oportunidad para hacer cosas que desde hace tiempo no podía asumir porque en el día a día normal no puedes parar», explicó, con la intención también de que «cuando volvamos a abrir, la alfarería luzca como merece con cosas nuevas». Junto a todo ello, le lleva la compra a sus padres y a sus suegros, con todas las precauciones, y comparte ratos en casa con su mujer y sus dos hijos.



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