Alberto Román
Úbeda
Viernes, 24 de junio 2022, 11:41
La sacristía de la iglesia de San Lorenzo de Úbeda acoge una colección de grabados al aguafuerte del reconocido pintor José Hernández. Muchos de ellos son ilustraciones de obras literarias, y hay también varios carteles que reflejan su vinculación con el teatro. La muestra, formada por una veintena de grabados y once carteles, es una cesión de la Casa de la Cultura de Villanueva del Rosario (Málaga), donde existe un espacio José Hernández, a la Fundación Huerta de San Antonio, responsable de la rehabilitación de San Lorenzo.
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La vinculación del artista plástico José Hernández (Tánger 1944, Málaga 2013) con la localidad malagueña es estrecha. En 1980 fijó en ella su residencia y taller, el Instituto de Enseñanza Secundaria lleva su nombre y desde el año 2006 figura como uno de sus hijos predilectos. La colección de aguafuertes que se exponen en Úbeda fue donada por el artista, de reconocido prestigio internacional, a Villanueva del Rosario, junto con libros, cartas y diversas herramientas propias del oficio, como el tórculo o prensa calcográfica utilizada por el propio Hernández para la impresión de grabados en metal.
Los veinte grabados que se exponen bajo el título 'José Hernández. La otra cara de la realidad' muestran la inconfundible personalidad del artista, considerado como el mejor aguafuertista del siglo XX. Un universo inquietante, plagado de figuras deformes, en proceso de descomposición, de sombras amenazantes y elementos arquitectónicos sometidos al mismo proceso de podredumbre. Imágenes revulsivas e impactantes con las que Hernández quiso mostrar la otra cara de la realidad, la que permanece oculta porque no la queremos ver. Representan lo azaroso de la existencia, lo que en ella hay de tormentoso. Son realidades internas, «con sus indefiniciones, magmas, metamorfosis, crisálidas» que piden ser reconocidas, que se abren camino hasta aflorar a nivel de piel, como afirma el escritor Juan Malpartida. Son «mundos sorprendidos en su tránsito hacia otros mundos, en busca de su lugar», añade.
Para el historiador del arte José María Aguilar, y al contrario de lo que pueda parecer, las obras de José Hernández no son de carácter onírico, no nacen del sueño o, mejor dicho, de la pesadilla. Sino que nacen, más bien, «de la reflexión, del acercamiento intelectual a las cosas y a las causas». No apuesta Hernández por lo irracional y surrealista, y tampoco se le puede incluir en la corriente de realismo mágico o fantástico. Simplemente es «su visión de lo que la realidad esconde de terrible, oculto, fantástico y misterioso», asegura Aguilar. Y, sin embargo, es una visión en la que siempre está presente el sarcasmo y la ironía. El artista nos avisa del poco fundamento que tiene el mundo tal y como lo contemplamos, lo inútil de constreñirlo en los límites de la razón. Los trazos de delineante de sus obras, metáfora del equilibrio y la proporción, no pueden contener lo informe. «La regla y el cartabón llaman al orden a la sombra incontenible, y la sombra, derramándose mientras esboza una sonrisa, cubre los utensilios de la razón acallando su sed de medida y equilibrio», refiere Malpartida.
Las geometrías y los elementos arquitectónicos, de reminiscencia clasicista, que aparecen con frecuencia en la obra de José Hernández, son fruto de su temprana vocación como arquitecto. Durante muchos años trabajó como delineante, primero en el protectorado internacional de Tánger, donde nació un 5 de enero, y después en Madrid, a donde se traslada con 20 años. Líneas, cuadrículas, pórticos , doseles…, suelen convivir con sus figuras amorfas desde el principio, articulando el espacio de sus cuadros para, poco a poco, ir adquiriendo mayor protagonismo.
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Así sucede con algunos de los grabados de esta exposición 'José Hernández. La otra cara de la realidad'. En los aguafuertes que aparecen bajo el título de 'Anemos', 'Mesa sistemática' o 'Mesa malaya', la arquitectura domina la escena, con un estilo más depurado en el que las figuras humanas resultan más escasas. En otros, como 'Pórtico', 'Minotauro' o 'Punta sur', juega Hernández con el predominio de portales y puertas que abren o cierran espacios de tinieblas y sombras amenazadoras, aberturas que producen angustia por no saber lo que esconden detrás.
Esta temática la desarrolla José Hernández tanto en su faceta de grabador como de pintor. Dos modalidades inseparables que cultivó con idéntica intensidad a lo largo de su trayectoria artística. Así lo manifiesta en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en el año 1989: «cuando digo pintura digo también grabado, por ser estas dos actividades, en mi caso, inseparables y, por inseparables, complementarias». De hecho, muchos de los grabados que realizó en planchas de cobre, los llevó luego al lienzo con pinceles al óleo y viceversa. Es el caso de algunos de los aguafuertes expuestos en la iglesia de San Lorenzo.
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Mientras que en sus obras pictóricas, la paleta que predomina es la variedad de tonos ocres, en el caso de los grabados es la gama de grises que van del negro profundo al blanco, realizados sobre papeles de ligeros tonos marfiles. La técnica empleada del aguafuerte, por lo general sobre plancha de cobre, le permite a Hernández sacar el máximo partido a sus figuraciones. Un técnica en la que despliega su total dominio del trazo y de la línea, y donde se aprecia la meticulosidad de su trabajo.
En definitiva, la obra de José Hernández es tan original que se la puede definir como «el arte de no parecerse a nadie», utilizando una frase del dramaturgo Paco Nieva, amigo del artista. Aunque hay en ella cierta referencia a el Bosco o a la dinastía Brueghel por lo que tiene de barroco. Las composiciones del pintor-grabador, de estética gótica y romántica, destilan una melancolía latente. Sin embargo, en el desarme de sus retratos se observa la impronta de Francis Bacon. Un pintor, este último, que tuvo la oportunidad de conocer Hernández en Tánger.
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La ciudad de Tánger, zona internacional al norte de Marruecos, es en esa época foco de artistas de diversa procedencia, quienes crean un extraordinario y peculiar ambiente cultural en el que crece y del que se alimenta José Hernández. Adicto al dibujo desde la niñez, asiste a las tertulias de los cafés donde se dan cita escritores, poetas, pintores, músicos y cineastas. Es periodo de formación, de pinturas y libros, de mucha lectura. La conexión de Hernández con la literatura se establece desde el primer momento, especialmente con la llamada Beat Generation, y sus grabados van a ilustrar las páginas de muchos de ellos, considerados libros de bibliofilia.
Ejemplo de ello son algunos de los aguafuertes de la exposición 'José Hernández. La otra cara de la realidad'. El que lleva por título 'Miserere' forma parte de una serie de seis aguafuertes realizados en 1984 sobre los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer. Dos años más tarde realiza nueve grabados para ilustrar 'Rashomon', el cuento del escritor japonés Ryonosuque Akutagawa. La espléndida estampa de Pedro Páramo, de una serie de dieciocho, complementa el libro de Juan Rulfo del mismo nombre en 1992. Más tarde la serie 'Rayo sin llama', con once aguafuertes, fue proyectada en 1993 junto con el poeta antequerano José Antonio Muñoz Rojas en homenaje al caballo.
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En Madrid, José Hernández, continuó su evolución artística, en contacto con escritores, pintores y personalidades del mundo del cine y el teatro. Desde 1974 participa en numerosos proyectos teatrales, realizando labor de escenógrafo y diseñador de vestuario. Algunos de los carteles que forman la exposición 'José Hernández. La otra cara de la realidad' muestran esta interesante faceta del artista tangerino.
Ganador del Premio Nacional de Artes Plásticas en 1981, Hernández comenzó a repartir su tiempo y su estancia entre Madrid y la localidad de Villanueva del Rosario, donde instala su taller, en el molino de trigo El Tejar. Esto le vale también la distinción de hijo adoptivo de la provincia de Málaga. Con la concesión del Premio Nacional de Arte Gráfico en 2006, es considerado como el mejor grabador de su tiempo. Sus aguafuertes, su pintura, no deja indiferente. La obra de Hernández está presente en las principales ferias de arte y galerías de todo el mundo, haciéndose acreedor de numerosos premios y reconocimientos. El último de ellos, el premio a la trayectoria profesional en la obra gráfica, concedido en 2014 y a título póstumo por el Museo del Grabado Español Contemporáneo.
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