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Manuel Madrid Delgado
Miércoles, 11 de mayo 2016, 15:06
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La experiencia les ha resultado completamente novedosa en esos aspectos que hasta ahora venían haciendo 'sus santos' y que son las de hacer cola para sacar los tickets en las casetas, hacer cola para que te den la cerveza en la barra y luego no parar de levantarte para ir cogiendo los platos de la comida. Pese a eso, Las Serranas no se han amedrentado y se han hecho dueñas de la caseta, consiguiendo que todo el mundo las mirase cuando muertas de risa gritaban «ay, ay, ay, que me orino», luego se han hecho dueñas del puesto de los chatos de vino, más tarde se han apropiado de la Caseta Municipal y han bailado allí como posesas para pasmo de los viejos que por allí pasodobleaban, acto seguido se han marchado a la caseta de La Sentencia para abastecerse de mojitos y luego han instalado sus reales en la caseta de la Buena Muerte, donde han vuelto a dar una lección de bailes extraños.
Sin miedo a la grasa, porque una noche es una noche, se han comido la hamburguesa más grande del 'mitrinidad', compitiendo con un grupo de jóvenes de esos que tienen el pecho como una tableta de chocolate: «¡qué diferencia con nuestros maridos!, ¡si esto nos hubiese pillado con quince o veinte años menos!», dicen a voces, tan recatadas, mientras los miran embelesadas y piensan agotadas en el cuestarrón que les queda para llegar a Úbeda y la bendita hora que decidieron ponerse esos taconazos para lucir palmito treintañero por el ferial...
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