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Historia de la Semana Santa de Úbeda

Historia de la Semana Santa de Úbeda

El pasado más remoto de la Semana Santa de Úbeda está adornado por piadosas leyendas y tradiciones, de variable sustancia histórica. El origen visigótico de la Virgen de la Soledad, su ocultamiento durante la ocupación musulmana o el culto a su imagen por los mozárabes, así como la fundación de su cofradía por los mercedarios en fecha tan temprana como el siglo XIII, es la más antigua referencia legendaria a la Semana Santa de Úbeda.

Manuel Madrid Delgado

Miércoles, 11 de mayo 2016, 14:07

A tan antigua tradición cofrade hay que sumar la ascendencia templaria que modernos estudios han querido ver en la Cofradía de Jesús Nazareno. Más plausibles históricamente son la procesión de flagelantes celebrada en honor de la Vera Cruz en la tarde del Viernes Santo, ya en el siglo XV, y la mítica ceremonia del Descendimiento, que se verificaba al atardecer del Viernes Santo en la Capilla de la Yedra de la Colegiata de Santa María. En este solemne acto el Cabildo colegial desclavaba una imagen articulada del Crucificado y lo depositaba en una urna de cristal, procediendo a su posterior traslado hasta el convento de la Trinidad, donde los trinitarios tributaban al Santo Sepulcro los Santos Oficios del Sábado Santo; y al atardecer la Sagrada Urna era devuelta a Santa María en una fastuosa 'procesión general' en la que participaban todos los estamentos de la ciudad, venerable costumbre ésta que se mantuvo hasta la década de 1930, perdiéndose entonces de manera incomprensible sin que se haya hecho nada por recuperarla.

Siglo XVI

En el XVI la Semana Santa de Úbeda tomó carta de naturaleza histórica. A comienzos del siglo debía existir ya la cofradía de la Vera Cruz (oficialmente constituida en 1589 en la ermita del mismo nombre), y de entonces debe datar también la organización cofrade en torno al Dulcísimo Nombre de Jesús en la iglesia de Santo Domingo (la cofradía de Jesús se erigiría canónicamente en el convento de San Andrés el 13 de marzo de 1577), así como la cofradía de la Virgen de la Soledad, oficialmente fundada en abril de 1554 en el convento de la Merced.

En 1576 se fundó en el convento de San Francisco la cofradía de la Sangre, que sobrevivió hasta bien entrado el siglo XIX, y debió cerrarse el siglo con la fundación en el convento de la Trinidad de la cofradía de los nazarenos de Santa Elena, que en 1638 se fusionaría con la del Dulce Nombre de Jesús. De 1604 data la cofradía de la Expiración de Cristo y es en este siglo en el que el Ayuntamiento comienza a ejercer como patrón de la procesión del Santo Sepulcro, que cobra un esplendor tal que algunas crónicas de la época la califican como «la más fastuosa de España». Las actas de la cofradía de Jesús nos permiten conocer aspectos de las procesiones de esta época, como que las cofradías realizaban estaciones de penitencia en varias iglesias y conventos así como en la Colegiata.

Siglo XVIII

En el siglo XVIII aparecen los primeros problemas para las hermandades: distintas disposiciones episcopales y políticas prohíben tanto las procesiones de disciplina como el que los penitentes procesionaran con la cara cubierta, por ejemplo. Con la cara descubierta seguirían procesionando los hermanos de la Soledad hasta la década de 1990.

Pero sería el siglo XIX (con la ocupación francesa y la Desamortización de Mendizábal, que implicó el cierre de casi todos los conventos de la ciudad, en los que radicaban las cofradías) el que acabaría con el viejo esplendor de la Semana Santa ubetense.

Los cambios de sedes y la pérdida de sus bienes, sumieron a las cofradías ubetenses en un periodo de decadencia. A finales del siglo XIX las procesiones (una denominada de 'la Humildad', que salía de San Nicolás, la de Jesús Nazareno y poco más) se celebraban, según Ruiz Prieto, «de manera desordenada y con poco lucimiento».

Renacer

El renacer de nuestra Semana Santa comenzó en 1897, cuando el gremio del comercio reorganiza la cofradía del Santo Sepulcro y organiza la primera Procesión General de la Úbeda moderna. A partir de entonces, y hasta 1936, la Semana Santa de Úbeda vive su edad de oro. En las tres primeras décadas del siglo XX se fundan nada menos que seis cofradías (Cristo de la Caída, Virgen de las Angustias, Jesús Resucitado, Cristo de la Humildad, Entrada de Jesús en Jerusalén y Señor de la Columna), que van sumándose de manera orgánica a las cuatro ya existentes, dando lugar a una Semana Santa concebida como un todo en el que las partes se integran y se complementan ofreciendo un discurso homogéneo y coherente.

Se configuran en este periodo las señas de identidad características de nuestra Semana Santa hasta hace muy pocos años. Este afán colectivo permite que en la década de 1920 la Semana Santa de Úbeda fuera considerada, con tan sólo diez procesiones, como una de las mejores de España, según un artículo que figura en un voluminoso libro promocional editado por el Directorio de Primo de Rivera con motivo de la Exposición Universal de Barcelona.

Todo ese esfuerzo se viene abajo en julio de 1936, cuando la totalidad de las veneradas antiguas imágenes son destruidas, así como una parte ingente del patrimonio acumulado por las cofradías.

Nuevo renacer

La Semana Santa de Úbeda renace a partir de 1939, configurándose definitivamente su personalidad, que se mantiene hasta la primera década del siglo XXI. Escultores como Jacinto Higueras, Benlliure, Juan Luis Vasallo, Ruiz Olmos y sobre todo Palma Burgos, dotarían a la nueva Semana Santa de unos rasgos específicos y definitorios, y consolidarían el patrimonio imaginero de la ciudad como uno de los más destacados de la postguerra a nivel nacional.

A lo anterior hay que sumar la creación de tres nuevas cofradías, una por década (la Oración del Huerto en 1943, la Santa Cena en 1954 y la Noche Oscura, particularísima, en 1963), que completan los huecos existentes en el discurso semanasantero de Úbeda, coronado a partir de 1966 con el vía crucis de la cofradía de la Noche Oscura, de claros ecos conciliares.

Ese puede ser considerado el punto culminante de la Semana Santa ubetense, el cierre de un círculo perfecto que integraba una narración cronológica de la Pasión de Cristo de manera sucedida y no superpuesta, una imaginería clasicista y contenida, un patrimonio único de sonidos (las marchas de Victoriano García, de Sánchez Plaza, de Herrera Moya, los antiquísimos lamentos del Viernes Santo, las sobrias bandas del Jueves Santo, los romanos de la Humildad), y todo ello gravitando sobre ese centro neurálgico que era la Magna Procesión General del Viernes Santo.

Últimos tiempos

La década de 1970 supone un bache para la Semana Santa de Úbeda, que comienza a remontarse con los actos que la cofradía de Jesús organiza en 1977 con motivo del cuarto centenario de su fundación. A partir de ese momento y hasta hoy, y coincidiendo, paradójicamente, con un momento de declive de las creencias religiosas de la sociedad española, se fundan en Úbeda hasta cinco nuevas cofradías, que en gran medida rompen las costuras de la Semana Santa ubetense que se habían ido cosiendo, en un esfuerzo colectivo sostenido desde ochenta años atrás. Pero esta ya, es otra historia.

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