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Matando el tiempo, pero por orden judicial

En Úbeda, justo cuando daban las diez y diez de la mañana de ayer, el tiempo se paró en 88 relojes. Todos dejaron de funcionar a la vez. Y con un simple gesto, se logró silenciar su tic-tac. Para ello no fue necesario llamar a un nuevo Uri Geller ni a cualquier otro mentalista, así que no se apresuren a alertar a 'Cuarto Milenio' o a 'Tú sí que vales'. Bastó con que un operario municipal accionara el motor de un rulo-compactador (una pequeña apisonadora) y pasara por encima de las pequeñas máquinas del tiempo de pulsera.

Alberto Román Vílchez

Miércoles, 11 de mayo 2016, 14:48

En realidad, lo que se hizo ayer fue destruir una remesa de relojes falsificados que fueron incautados por la Policía Nacional hace dos años y cuyo proceso en el juzgado ha terminado ahora (en temas judiciales todo es cuestión de tiempo, y si se trata de relojes, más aún). Así, se recibió la orden de destruir el material, y para ello se requirió la colaboración del Ayuntamiento, que dispone de la maquinaria pesada citada. No se salvó ni uno solo de los relojes, en su mayoría imitaciones de marcas muy conocidas (había Dolche y Gabarra, Roless, Vitorio y su Primo, etcétera). No hubo compasión, y el rulo llegó a pasar hasta seis veces por encima. Esto sí que fue 'matar el tiempo'.

El alcalde, José Robles, presente en el 'relojicidio', destacó que en Úbeda se interviene contra la venta ilegal, la cual hace mucho daño al comercio que funciona legalmente, y recordó que ahora, «más que nunca», se controla el mercadillo de venta ambulante.

Después, el tiempo siguió su curso, inexorable, y cada uno de los presentes se fue a sus quehaceres. Hasta hubo alguien que dijo: «creo que se me ha hecho tarde, ¿qué hora es?». Y allí quedaron esferas, correas, ruedas dentadas, minuteros y segunderos, amontonados en el suelo, formando un triste amasijo de materiales. E incluso algún mecanismo agonizante parecía querer lanzar su último suspiro en forma de alarma-despertador cuyas notas parecían recordar la melodía del clásico 'Reloj no marques las horas'.

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