Alberto Román Vílchez
Miércoles, 11 de mayo 2016, 15:59
Su nombre es Juan Carlos Granero Ruiz, y con tales compañeros de trabajo, alados y de porte majestuoso, no hay paloma o gaviota que se atreva a asomar sus plumas por los alrededores. Tratándose de aves, supongo que no queda mal decir que no tienen huevos. Aunque no sólo de alas va la cosa, pues a ras del suelo hay que evitar la presencia de otros animales que pudieran complicar el tránsito de aviones por las pistas o ser absorbidos por la fuerza de las turbinas, tales como perros abandonados, conejos o liebres. En los dos últimos casos se consideran además perjudiciales porque roen los cables de la iluminación de las pistas y de otros sistemas eléctricos y también pueden excavar sus madrigueras bajo el asfalto, debilitándolo.
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Su pasión
Este ubetense, trasladado a Málaga hace muchos años, lleva ya siete como halconero del aeropuerto. Para él es su pasión, un sueño hecho realidad, motivo por el cual no le importó cerrar una etapa anterior de nueve años trabajando para la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía tras haberse preparado como Técnico Superior en Medio Ambiente. Diariamente adiestra sus halcones con vuelos que sirven para disuadir y, en algunas ocasiones, capturar aquellas aves que se aventuran a invadir el espacio aéreo. «Es un trabajo que me apasiona y me siento un privilegiado por ello», asegura.
Son muy pocos los halconeros que hay en España. Es un trabajo muy especializado. El pionero en establecer este tipo de labor a nivel nacional fue Félix Rodríguez de la Fuente, tan conocido después por sus documentales sobre naturaleza. Junto a su colaborador Aurelio Pérez trabajó con halcones en el aeropuerto de Barajas (Madrid).
Compañeros
En el caso de Málaga, son cuatro los halconeros. Juan Carlos es uno de ellos, y es además el jefe de equipo. Se reparten por turnos, trabajando desde que amanece y hasta que anochece (por la noche los halcones no vuelan). Y como la jornada laboral es larga, tienen una semana de trabajo y otra de descanso alternativamente. Además de los cuatro humanos, del equipo forman parte treinta y un aves entre halcones (los que más y, sobre todo, peregrinos), águilas y algún búho real, en este último caso reservado sobre todo para las visitas de escolares que hay todos los lunes y miércoles. Y la parte animal la completa un perro, cuya misión es muy importante en tierra porque se encarga de hacer que levanten el vuelo las aves que se ocultan a ras del suelo para que después entren en acción los refuerzos alados. Según cuenta Juan Carlos a IDEAL, todos se consideran compañeros, humanos y animales.
Hacen vuelos preventivos tanto si hay presencia de aves como si no. El noventa por ciento de las veces se dedican a disuadirlas, aunque si insisten en quedarse revoloteando, se pasa a la captura. Hay veces en las que los aviones han tenido que esperar a que 'limpien' la zona porque, por ejemplo, ha entrado una bandada de varias decenas de gaviotas. En esos casos deben ser rápidos y saber perfectamente cómo actuar. La responsabilidad es mucha pues las salidas y llegadas deben continuar en el aeropuerto de Málaga, que viene haciendo controles de aves con halconeros desde el año 1990.
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Pasión por la naturaleza
Juan Carlos Granero Ruiz nació en Úbeda un 19 de mayo de 1975. Desde siempre se recuerda interesado por la naturaleza y fascinado por los animales, sobre todo las aves. En su infancia, y hasta que se trasladó a Málaga a los once años, siempre le gustó jugar por los alrededores de Úbeda, en campo abierto, buscando nidos, pájaros, ranas, lagartos... Así se fue forjando el naturalista que hoy se considera, dedicando siempre sus ratos libres a hacer salidas por el campo para observar la fauna y flora silvestres, dándose caminatas por las sierras malagueñas y, en cuanto puede escaparse, haciendo lo propio por las impresionantes sierras jiennenses.
Al moverse en temas científicos relacionados con las aves, a través de un biólogo amigo conoció a un halconero del aeropuerto de Málaga. Fue así como le empezó a llamar la atención este trabajo. Un día supo que buscaban a alguien con conocimientos ornitológicos, pues en el aeródromo también se hace un censo y seguimiento de las especies. Y a raíz de eso comenzó a prepararse concienzudamente en lo referente al adiestramiento de halcones. Completados sus conocimientos y viendo que se manejaba perfectamente, acabaron ofreciéndole el puesto. Y ante tal oferta relacionada con lo que ya era su pasión, no dudó en dejar el trabajo fijo que tenía en la Consejería de Medio Ambiente con nueve años de experiencia, los últimos de ellos como vigilante forestal.
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Juan Carlos asegura que se desplaza a Úbeda menos de lo que quisiera, pero en cuanto el trabajo se lo permite se pierde por esos cerros con su esposa malagueña. Y afirma que lleva en el corazón a la ciudad que le vio nacer y a todos sus familiares y amigos.
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