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Irene Téllez
Miércoles, 11 de mayo 2016, 16:04
Desde que la pasada semana se registrara uno de los seísmos más importantes de los últimos días, por encima de los tres grados en la conocida escala para valorar la fuerza de los movimientos de la tierra, son muchos los torreños que no han dudado en poner kilómetros de por medio ante una situación «de nerviosismo continua».
«Nos hemos venido toda la familia a Madrid, a una casa de mi hija, porque no se puede vivir con toda la casa temblando a cada momento», explica Juan Francisco Martínez, quien desde hace varios días sigue desde la distancia las últimas noticias sobre los terremotos en la zona de La Loma.
Martínez lo tiene claro, no volverá hasta que la situación se aclare y los temblores cesen. «Si tengo que alquilar un piso lo hago antes que volver y vivir esta situación», apunta. Es una historia que se repite casi en cada bloque de vecinos. Mayores que se van a vivir con sus hijos a localidades cercanas como Linares o Úbeda, y quienes optan por hacer de sus casas de verano en el campo su lugar de residencia ante la inseguridad que les provoca el posible derrumbe de sus viviendas en Torreperogil.
De momento, no existe ningún desperfecto en ningún edificio de la ciudad que comprometa su estabilidad -ayer el colegio de Infantil reabría sus puertas tras decretarse que las grietas producidas en algunos muros no suponen un peligro- pero los coches y espacios abiertos son para muchos torreños las zonas más seguras de la localidad.
En la difícil noche del pasado lunes, con más de una veintena de temblores desde las 20 horas y hasta bien entrada la madrugada, muchos optaron por acudir al pabellón municipal. «Nosotros no nos hemos movido de casa, pero sí vecinos con niños pequeños o un matrimonio que la mujer está embarazada. Ya nos estamos planteando preparar una maleta por si hay que salir corriendo», explicaba, ayer, Juan Romero.
Bastan sólo unos segundos para poner a decenas de vecinos de la localidad al cobijo del techo de chapa de su automóvil en el campo de fútbol o en el polígono del municipio, pero los mensajes de tranquilidad que se lanzan desde el Ayuntamiento y desde la Red Sísmica Nacional, consiguen sosegar los nervios de muchos otros. Aunque no implica poder disfrutar de una noche plácida, pues los temblores son más continuos en las horas nocturnas. Es el caso de la familia de Ana Fernández, que aunque con el nerviosismo propio de las circunstancias «pasas el momento, pero vuelves a la normalidad». «Lo que da más miedo es el ruido, pero como son sólo unos segundos pues lo aguantamos. No puedes abandonar tu casa sin saber cuando vas a volver, así que solo nos queda fiarnos de los mensajes de tranquilidad», explica esta joven.
Esa es la idea que comparte Pepe Moreno, donde cada mañana desde hace una semana ha visto como los seísmos protagonizan las conversaciones en la barra de su bar. «Hay gente más asustada y quien no se entera. No duermes tranquilo, pero tampoco me voy a ir a la calle porque si tiene que romper, lo hará por donde sea y cuando quiera», asegura.
Hasta cuándo
Con una estación del Instituto Geográfico Nacional en el cementerio de la localidad, y a la espera de que de se amplíen las dotaciones del Ministerio para estudiar los movimientos sísmicos que se vienen produciendo entre Torreperogil y Sabiote en los próximos días, los vecinos sueñan con que se consiga determinar cuando dejará de temblar la tierra.
Es precisamente, la incertidumbre sobre un posible gran terremoto, lo que atemoriza a los torreños, quienes además critican que hubo excesiva información desde primera hora. «El Ayuntamiento informó a través de Internet en todo momento, pero no es un medio accesible para las personas más mayores. Por eso, desde el sábado, que fue cuando se registró el terremoto más grande, se informó por megafonía sobre cómo actuar o qué hacer, así como los datos que se conocen», explica Ana Fernández.
Con un bando municipal sobre algunas de las precauciones que se deben tener en cuenta ante un sismo, los vecinos demandan que desde el Instituto Geográfico Nacional se realice una conferencia para aclarar todas las dudas que surgen en la localidad tras más de 200 microterremotos.
«No se puede vivir tranquilo. Sabes que no hay peligro, pero a ver quien concilia el sueño», explica Baltasar Toharías, de 79 años, que desde hace días descansa en una butaca junto a la puerta de su domicilio «salir corriendo si es necesario». «No recuerdo nada igual. Hace 55 años hubo un gran terremoto, mayor que estos, pero fue uno y punto. Ahora es toda la noche y desde que oyes correr los bidones, porque suena igual, ya no descansas», explica Baltasar, cuyos hijos llevan pasando varias noches en el campo de fútbol.
Otros, por su parte, se niegan a tener que abandonar el pueblo si la cosa empeora porque, aseguran, «esto quedará para que hagan de las suyas los vándalos».
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