Maesso, con dos eses

El domingo, 5 de mayo, Jerónimo Maesso subía al escenario del Hospital de Santiago para mostrar, ante sus paisanos, su espectáculo 'El Arte de la Improvisación'. Lo de espectáculo es literal, porque el músico mostró en su actuación la enorme variedad del piano, al que interpretó diferentes estilos musicales, la calidez de la voz de Mayte Tolmos y la originalidad de la danza de Patricia Roldán. Nada más comenzar, el artista, que quiso dedicar el concierto a su madre fallecida hace un año, ya se había metido en el bolsillo al auditorio, con un par de guiños, cuando al inicio intercaló, junto a piezas clásicas de Bach y del jazz más popular, algunas notas del Miserere ubedí o cuando desgranó recuerdos de su niñez en la Ciudad de los Cerros.

Eugenio Santa Bárbara

Miércoles, 11 de mayo 2016, 14:45

Tras esa original fusión introductoria, Maesso ya contaba con un público rendido a su arte, que terminó siendo cómplice del espectáculo, proporcionado al artista, de forma aleatoria, notas con las que improvisaba sus composiciones, creando hermosas melodías, con la limitación de unas pocas notas.

Publicidad

Uno, que no entiende nada de música, no sabe si las manos de Jerónimo son de pianista o no. Grandes y fuertes se deslizaban con una habilidad poco común por encima del teclado, saltaban una por encima de la otra, lo acariciaban y lo golpeaban cuando convenía. Uno, que no entiende nada de música, llegó al convencimiento de que ese piano era un apéndice más de su organismo, una parte más de su alma de artista, a tenor de la familiaridad con la que lo trataba. Era como si ambos se conociesen de toda la vida, como si no pudiesen pasar el uno sin el otro.

Crear en directo

El domingo llegué a comprender aquello que alguna vez me dijo el artista: «cada día me levanto a estudiar al amanecer» y es que esa familiaridad con un instrumento sólo puede conseguirse con muchos kilómetros recorridos por el pentagrama, con muchísimos paseos por encima del marfil. Se atrevió a crear, en directo, sobre la marcha, así, sin despeinarse, la banda sonora de una de las clásicas películas mudas del genial Buster Keaton y nos dejó a todos con la boca abierta mientras enderezaba las melodías que la bailarina Patricia Roldán descomponía dejando caer su culo sobre el teclado del piano. Fueron, los protagonizados por Maesso y Roldán, momentos intensísimos y llenos de emoción. Es de suponer que los entendidos los saborearon mucho más que yo, que sigo sin entender nada de música.

La voz cálida, casi negra, de Mayte Tolmos, ponía el broche de oro, bis incluido, a una noche mágica, donde la sensibilidad siempre estuvo a flor de piel.

Jerónimo Maesso se presentaba en Úbeda a lo grande (¡ya estaba bien!). Vino de la mano de los Amigos de la Música a un festival de prestigio. Desde Madrid se trajo su arte, su ingenio y su enorme valía personal y profesional. También se trajo sus frustraciones y sus traumas, a pesar de los cuales consiguió convertirse en un gran músico.

Jerónimo y yo nos conocimos de niños, en nuestros tiempos del San Juan de la Cruz, pero hoy me ha salido la vena de aficionado escasamente entendido. No hay nada de afecto personal en estas líneas. Cualquiera de los que asistieron al concierto podría expresarles lo mismo que yo. Recuerdo que cuando nos conocimos él sólo llevaba una ese en su apellido (¡hace ya tantos años!). Nunca supe cuándo vino la segunda y si llegó por excentricidad, porque suena mejor para un nombre artístico o porque sí. Lo cierto es que esa ese hace que Maesso suene más fuerte, como debe de sonar su nombre en adelante y como sonó su mágico piano en la noche de la primavera musical ubetense.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad