Finalizaron los campamentos de JAC en la playa gaditana de La Barrosa
Alrededor de trescientos chavales divididos en tres turnos de doce días cada uno, plagados con decenas de actividades organizadas por algo más de medio centenar de monitores y contando con el apoyo de una treintena de voluntarios como personal de cocina, enfermería e intendencia. Esas son las cifras que resumen una nueva edición de los tradicionales campamentos de verano que los Jóvenes de Acción Católica desarrollan en la playa de La Barrosa de la localidad gaditana de Chiclana de la Frontera.
Alberto Román Vílchez
Miércoles, 11 de mayo 2016, 14:02
Una actividad con más de medio siglo de historia que, un año más, finalizó tras la celebración del tercer y último turno. El pasado lunes, y entre otros muchas cosas, sus responsables dejaron todas las tiendas de campaña desmontadas y plegadas, las colchonetas amontonadas, el mástil y las banderas recogidas, las mesas bancos y sillas guardadas... echaron la llave y pusieron rumbo a Úbeda en dos autobuses.
Atrás dejaron doce días de diversión y convivencia (treinta y seis si contamos los tres turnos) y una parcela en absoluto silencio después de tantas jornadas de juegos y alboroto trasladados también al pinar cercano y a la playa, ese bendito sector de pinar y ese maravilloso pedazo de playa en cuyas arenas han dejado su huella miles de ubetenses desde hace cincuenta años, aproximadamente.
Cincuenta años. Se dice pronto, pero pocos proyectos de corte altruista han durado tanto. Y aunque los tiempos han cambiado mucho, la esencia del campamento sigue siendo la misma. También su importante labor social, ejemplificada este año en algún caso de acampado que veía la playa por primera vez gracias a las becas que concede la organización. Esto de no conocer el mar, que era normal hace décadas, llevaba tiempo sin ocurrir.
El secreto
La esencia. Quizá ahí esté el secreto. En eso y en la forma en la que sus creadores supieron contagiar de su misma ilusión a las nuevas generaciones que iban haciendo suyo este sueño, algo que ahora, en ausencia de los primeros, siguen haciendo sus actuales responsables. Así, el futuro está garantizado, aunque ya se dan casos de monitores que no llegaron a conocer en vida a los artífices de este proyecto. Pero no importa, porque los que sí lo hicieron se encargan de transmitir lo que un día recibieron.
El ambiente familiar que allí se respira es otro pilar fundamental. Quien pasa por este rincón de Úbeda y Chiclana se siente como en casa y percibe aquello como algo propio. En ese aspecto no hay diferencias entre unos y otros. Tanto que los monitores pagan por asistir la misma cuota que los acampados. Sólo viviéndolo se puede entender que esta gente dedique su tiempo de vacaciones a cuidar de los acampados y a organizar todas las actividades, incluso desde muchas semanas antes, y además pague por ello. Y es que, es muy intenso lo que allí se experimenta.
Balance positivo
Los integrantes del tercer y último turno, enfocado a chicos y chicas de entre 9 y 11 años de edad, volvieron satisfechos y contentos pues todo salió a pedir de boca y la diversión fue continua. Previamente hicieron lo propio las integrantes del primer turno, dirigido a chicas de entre 12 y 14 años de edad, y los componentes del segundo, destinado a chavales de entre 12 y 14 años de edad. El éxito ha vuelto a ser rotundo pues en los tres casos se ocuparon todas las plazas e incluso hubo listas de espera.
En cada turno se cuenta con grandes juegos, deportes, actividades nocturnas, visitas culturales y de ocio y una gran variedad de talleres para desarrollar las habilidades de los acampados. Además, se disfruta del atractivo que ofrece la inigualable playa de La Barrosa. También es importante en los campamentos de JAC la labor formativa que se realiza diariamente a través de dinámicas y juegos en torno a un tema concreto.
Estos campamentos son fruto del esfuerzo y el trabajo de tres grandes hombres ya fallecidos que supieron dejar su huella en quienes hoy continúan su labor. Se trata de Antonio Gutiérrez 'El Viejo', Manolo Molina y Antonio Cruz. Cada uno a su modo hizo que este rinconcito de Úbeda en Chiclana adquiriera un brillo especial, logrando crear una gran familia que se mantiene unida por un compromiso común.
Úbeda-Chiclana
Gracias a JAC, las ciudades ubetense y gaditana están hermanadas y unidas por lazos afectivos. Incluso alguien dijo una vez por estos cerros que Úbeda, muy al sur, linda con el mar. A modo de réplica, en tierras chiclaneras se comentó en cierta ocasión que Úbeda fue la primera agencia de viajes que tuvo esa tierra, cuando sus playas estaban vacías y sus urbanizaciones y campos de golf eran sólo pinares.
Y es que, debido al campamento, miles de personas viven desde hace tiempo una relación idílica con Chiclana de la Frontera y con La Barrosa, donde la ciudad renacentista puede presumir de tener un pedacito de playa, el que ocupan a diario durante parte de julio y agosto los acampados de JAC. Quien regresa muchos años después corre el riesgo de encontrarse de frente al niño que un día fue. Se lo digo yo, y cualquiera que haya presenciado las mejores puestas del sol ubetenses con el castillo de Sancti Petri en el horizonte.
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