Alberto Román Vílchez
Miércoles, 11 de mayo 2016, 15:58
Los paseos por las huertas, organizados por la Fundación Huerta de San Antonio y la Asociación de Hortelanos de los Miradores de Úbeda, tienen como objetivo dar a conocer tan apasionante lugar. También, despertar la conciencia y el interés de los visitantes y ciudadanos hacia su conservación, ya que sufren serio peligro de desaparecer si no se buscan alternativas viables. Los paseos han tenido lugar este fin de semana, coincidiendo con las fiestas del barrio de San Lorenzo. Fue un recorrido circular, con la plaza de San Lorenzo como primer y último eslabón de la ruta.
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La plaza de San Lorenzo está situada en un barrio donde tradicionalmente han residido los hortelanos, por la proximidad con las huertas de la ciudad. No en vano, existe una calle que lleva su nombre. Era habitual la estampa de un hortelano enfilando la cuesta de la Puerta de Granda hacia su trabajo, subido a lomos de una burra. En lo alto de esta cuesta existió una puerta o portillo en la muralla, llamado de San Lorenzo, que era paso obligado para campesinos y comerciantes. En él se aposentaba el 'portazguero', para cobrar un peaje por los productos que se vendían en la ciudad.
Lugar de encuentro
En otro punto del recorrido, en la Puerta de Granada, debía concentrarse un variopinto grupo de personas, formado por labradores, ganaderos, tratantes, buscones, artesanos, etcétera, que esperaban con sus mercancías a que se abrieran las puertas de la ciudad. Era un lugar muy adecuado para repostar, porque en él había uno de los muchos manantiales que brotaban al sur de la ciudad. El arroyo Cañaveral, que manaba de la Puerta de Granada, constituyó una de las principales aportaciones de agua de las huerta más meridionales.
La abundancia de agua fue también fundamental para que se desarrollaran algunas actividades como el curtido de las pieles. En la Puerta de Granada estuvieron emplazadas algunas de las tenerías más prósperas de la ciudad. Para el tintado de las pieles se empleaba el zumo del granado 'coscuo', del que aún subsisten algunos ejemplares en las huertas. A lo largo de esta cornisa sur, y en distintas épocas históricas, existieron también otras industrias que necesitaron de grandes caudales de agua, como los molinos de aceite o las fábricas de mimbre y esparto.
Desde la Puerta de Granada, el paseo desciende hacia las huertas por un nuevo acceso que formaba parte de la antigua calle Cotrina. Este amplio paraje de regadío está surcado por numerosas veredas y caminos reales que conectaban las parcelas entres sí y que, antaño, llevaban hasta las puertas amuralladas de la ciudad. El camino de Granada, el del Puente Mazuecos o el Puente de la Reina, no eran sino vías pecuarias que recorrían vastos territorios en las cercanías de Úbeda.
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Sistema de regadío
La vereda de Granadillos, por donde continúa el paseo propuesto, conduce hasta el corazón de las huertas de la cornisa sur. Aquí no sólo se pueden contemplar los cultivos de temporada y escuchar el susurro del agua, sino también comprobar el sistema de cultivo tradicional que continúan manteniendo los hortelanos, con el uso de abonos naturales y de escasa o nula maquinaria. Pero lo verdaderamente interesante es descubrir uno de los sistemas de regadío más antiguos y originales de la Península Ibérica, formado por una intrincada red de albercas y minados, estos últimos, túneles subterráneos que filtran y canalizan el agua de los manantiales. Existen alrededor de una veintena de ellos, posiblemente de origen prerrománico, remodelados y ampliados desde el siglo XVI y conservados milagrosamente hasta nuestros días.
La disposición de las parcelas en terraza o 'tablas', como se las llama en Úbeda, forma parte de este antiquísimo sistema de regadío que aprovecha la pendiente de la ladera para conducir y almacenar el agua en las albercas. Hoy se conservan alrededor de una cuarentena de ellas, que continúan utilizándose para regar las verduras, hortalizas y frutales de las huertas ubetenses.
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El paseo por el corazón de la huerta permite conocer de cerca los cultivos que le son propios y que, desde época árabe, no han variado demasiado. En verano suele haber producción de tomates, pimientos, pepinos, berenjenas, alcachofas y los alcauciles que tanto renombre tuvieron en su tiempo. También coliflores, lechugas y acelgas, entre otras hortalizas y legumbres, junto con árboles frutales como las higueras y los granados, situados en los padrones que delimitan las huertas. Otra vegetación menos productiva pero igualmente interesante son los pinos, palmeras, álamos y cañaverales que antaño debieron poblar caminos y veredas.
Una herencia milenaria
Entre esta densa vegetación que abraza las huertas meridionales de Úbeda, sobresalen increíbles e insólitas las huellas de años pretéritos. En el yacimiento arqueológico 'Nacimiento Arroyo Cañaveral', uno de los puntos que atraviesa el recorrido por las huertas, se han hallado vestigios que aseguran el poblamiento continuado de las huertas ubetenses desde la prehistoria, pasando por la época romana, árabe y medieval hasta llegar a nuestros días.
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El paisaje de las huertas de Úbeda es, por tanto, una herencia milenaria de la ciudad que merece ser compartida y conservada, según la Fundación Huerta de San Antonio y los hortelanos de la zona. Así, otra de las paradas durante este paseo permite contemplar una de las mayores amenazas que sufre este singular espacio, como es el avance implacable del olivar, que ya ocupa el 50% de la superficie. Es un cultivo ajeno a las huertas, que causa la desaparición de las terrazas o 'tablas', provocando con ello la destrucción de los minados y la erosión de la ladera. En poco tiempo, si no se remedia, el histórico paisaje que rodea el sur de la ciudad amurallada de Úbeda podría desaparecer para siempre.
Matadero público
La ruta, diseñada en sentido circular, continúa ascendiendo por el llamado 'camino de la carne'. Es un camino de herradura, por el que transitaban los animales que llevaban hasta el matadero público, situado en las inmediaciones de la fuente de la Saludeja. El matadero, que en la edad media estuvo situado en la calle Rastro, fue trasladado a este lugar a principios del siglo XIX. Todavía se conservan los arranques de sus muros, y el conocido como 'pilar de las tripas' que, como su nombre indica, servía para lavar las entrañas de los animales sacrificados.
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El matadero público de Úbeda dejó de existir a mediados del siglo pasado, pero cedió su nombre a una de las huertas situadas en sus proximidades. En la Huerta del Matadero habrá un merecido descanso para los participantes en la ruta. Bajo la sombra de una higuera, los excursionistas pudieron refrescarse con el agua del botijo de barro, y con el zumo de las frutas y hortalizas recién cosechadas para la ocasión por los hortelanos implicados en la organización de este interesante y formativo paseo.
En la huerta del Matadero subsisten las ruinas de un cortijo que conserva, aunque en estado de ruina, la tipología tradicional de las construcciones asociadas a la actividad hortelana. Se erigían con la piedra del lugar, y solían disponer de varias dependencias, destinadas a vivienda, a corrales y establos. El cortijo del Matadero, como la gran mayoría de las antiguas casas de labor que antaño poblaban las huertas, está devorado por la maleza y el abandono.
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En esta etapa de la ruta, iniciando ya el regreso al punto de partida, se aprecian las ruinas de la iglesia de San Juan Evangelista, también conocida como San Juan de los Huertos. Esta parroquia, junto con la de San Juan Bautista, estaba situada extramuros de la ciudad. Este dato da fe de la importante población que debió residir en el cinturón de huertas que rodea la cornisa sur de la ciudad. Las casas o cortijos se disponían de forma aislada, junto a su parcela de terreno, pero formando hasta ocho calles bien delimitadas, en el caso del barrio de San Juan de los Huertos. Además, disponían de muralla propia y eran considerados como una de las principales fuentes de abastecimiento de la ciudad de Úbeda.
La iglesia de San Juan Evangelista desaparece como parroquia en el siglo XVIII. Todos sus feligreses y sus pertenencias son cedidas a la iglesia de San Lorenzo, que también adopta su nombre. En la actualidad queda en pie un triste muñón de lo que fue el ábside del altar mayor, así como varios sillares de piedra esparcidos por las inmediaciones, junto a los restos de un cementerio que abrazaba dicha parroquia.
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Desde aquí, el paseo por las huertas meridionales de Úbeda retoma el camino de regreso hasta la plaza de San Lorenzo, el punto de partida, por estrechas veredas y caminos jalonados de plantaciones tradicionales. Un paseo que promete revelar, a todos los que participen en él, un insospechado patrimonio histórico y una forma milenaria de obtener los frutos de la tierra, basada en uno de los sistemas hidrológicos más singulares de España.
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