Francisco Javier Ruiz Ramos
Miércoles, 11 de mayo 2016, 15:04
En sus días, el concejal responsable de mantenimiento y servicios básicos dijo algo así como que, «ahora (en 2010, cuando sucedieron los hechos) hay que dedicarse un poco más a los vivos que a los muertos» como si aquello no afectase a los vivos por diferentes motivos. Una visión, a mi modo de ver, demasiado simplista al referirse a un lugar que encierra tantos y tantos valores, y no me refiero únicamente al que quizá sea el más importante, el sentimental.
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El cementerio de Úbeda fue uno de los primeros cementerios civiles que se erigieron en la provincia de Jaén. Las autoridades ubetenses del siglo XIX tardaron en reaccionar y en dar cumplimiento a la Real Cédula de 3 de abril de 1787 en la que Carlos III ordenaba que se levantasen cementerios a las afueras de las poblaciones y alejadas de las mismas por cuestiones higiénico-sanitarias. Hasta entonces, incluso hasta bien entrado el siglo XIX, los enterramientos se hacían en las iglesias que solían tener un espacio habilitado en su entorno para tal fin.
Será así en 1814, cuando por primera vez se plantee en Úbeda el realizar un cementerio siguiendo las órdenes del gran monarca ilustrado y, hasta la erección del cementerio actual y definitivo (el actual cementerio de San Ginés de Úbeda), pasarían algunas décadas en la que los enterramientos se harían en cementerios provisionales. Así, serían cuatro los espacios que servirán para tal fin hasta, como decimos, realizarse en el definitivo de San Ginés. A saber, un patio del desaparecido convento de San Antonio (a la salida del antiguo camino de Úbeda a Baeza), patio en el convento de San Francisco (en la hoy plaza del mismo nombre), patio en el convento de la Merced e iglesia de San Juan Evangelista.
Así las cosas y, tras barajar diferentes posibilidades, se acordará edificar el nuevo camposanto a la espalda de la ermita de San Ginés de la Jara ubicada al norte de la ciudad. El nuevo cementerio será bendecido el 17 de diciembre de 1837, sin embargo tan solo quince años después, en 1852, se acometerá una ampliación del mismo y una profunda reestructuración de la que surgirá el actual patio nuevo (de Santa Teresa) cerrándose el mismo con una fachada realizada en cantería de tipo clasicista tan del gusto ubetense y sus correspondientes galerías.
No acabarán aquí las intervenciones en el cementerio ubetense, siendo éstas numerosas a lo largo del siglo XIX y durante el siglo XX. En 1957 se realizará otra gran ampliación al levantarse, junto al patio nuevo, otro patio que años más tarde se pondrá bajo la advocación de San Juan de la Cruz y, algunas décadas después, se comenzarán a erigir nuevos módulos de nichos para sepulturas al norte del patio de San Miguel surgiendo así el patio de Nuestra Señora de Guadalupe.
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El cementerio de Úbeda es un cementerio histórico que presenta unas características propias y unos valores artísticos que lo hacen singular y que se deberían de proteger. Es por ello por lo que se trata de un valor monumental de Úbeda al que la ciudad debería prestar más atención propiciando su declaración como Bien de Interés Cultural e incluyéndolo en rutas culturales existentes con temática en cementerios (existen rutas europeas muy importantes en este sentido). Porque el no hacerlo sería desaprovechar una oportunidad excelente que venga a potenciar, también, la cultura y el turismo en nuestra ciudad.
Así pues animo a la ciudadanía a conocer el precioso e histórico cementerio de San Ginés de Úbeda y a las autoridades a que lo promuevan como valor monumental de nuestra ciudad.
Francisco Javier Ruiz Ramos es Historiador del Arte
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