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Javier Carro
Miércoles, 11 de mayo 2016, 13:44
Con el patio de butacas sumido en la oscuridad incorregible que te precipita al deseo, dio comienzo a las diez de la noche el espectáculo. Álvaro Urquijo, líder de la banda, voz, guitarra y máster en estabilidad estrófica, atravesó el escenario del teatro acompañado de Ramón Arroyo (guitarras) y Jesús Redondo (teclados) para sentarse en la grupa de un taburete de patas infinitas y agradecer de manera escueta la presencia del público ubetense.
Arrancó así el desfile de emociones a través de la música de uno de los míticos grupos de la época dorada del pop español. Fue un repertorio de recuerdos durante algo más de hora y media, un repaso en directo de 35 años de historia. La historia de las letras de los hermanos Urquijo, adscritas casi de manera inapelable a la poética de la nostalgia. Como era de esperar, no sólo sonaron las canciones más recientes; hubo espacio para un buen puñado de perlas clásicas, auténticos himnos que convirtieron a Los Secretos en una de las referencias del panorama: 'Déjame', 'Ojos de gata', 'Y no amanece' o 'Sobre un vidrio mojado', entre otras.
En esta visita a Úbeda, un Álvaro Urquijo especialmente comunicativo y de expresión fácil sacó tiempo para recordar a su hermano Enrique, fallecido hace ya 16 años y alma indiscutible de la banda madrileña. Un reconocimiento sencillo de quien perdió a uno de sus más originales referentes, con ese híbrido imposible entre el verso pop y la trascendencia. Y es que Los Secretos continúan reclutando a una turba fiel de seguidores, ciudad tras ciudad, a pesar de los años y de la inmensa, pesada e inmortal sombra de Enrique.
Como anécdota, una acertadísima mención a Sabina, en la que el menor de los Urquijo relató haber coincidido por primera vez con el ubetense allá por el año 85 en unos ruinosos locales de ensayo de Madrid, donde cada uno de los dos grupos escuchaba las canciones del otro. De esta interacción sonora, Enrique decidió hacer una versión de Joaquín Sabina ('Por el túnel') y éste, satisfecho con el resultado y para rizar el rizo, pidió permiso a los madrileños a fin de transformar el tema primigenio en la versión definitiva de Los Secretos.
En síntesis, música y letras del siglo pasado que, sin embargo, para muchos de los asistentes siguen sonando tan cercanas que parecen no haber envejecido. Los Secretos demuestran con esta noche tributo a sus más de tres décadas sobre los escenarios que, afortunadamente, nunca se fueron.
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