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Alberto román
Lunes, 1 de agosto 2016, 10:02
A lo largo de la historia, Úbeda ha sido cuna de grandes pintores que, en mayor o menor medida, han gozado de reconocimiento público. Una realidad que se mantiene y que tiene muchas perspectivas de futuro gracias a la existencia de un grupo de jóvenes que, con mucho esfuerzo y trabajo a sus espaldas, y con toda la ilusión del mundo, empieza a despuntar y a llamar la atención. La herencia de un rico pasado en lo artístico o la existencia de una magnífica Escuela de Arte, entre otras circunstancias, son claves indiscutibles de tantas inquietudes en las artes plásticas que se dan en la localidad.
Damián Martínez Guijarro forma parte de estos nuevos talentos que han encontrado en la pintura una forma de expresarse, un proyecto de vida en torno al cual dirigir sus pasos. A sus 26 años, y tras un periodo de formación y perfeccionamiento, ha comenzado a mostrar su obra en público, pues ha reunido una buena colección digna de no quedar amontonada en un estudio.
Ya participó en dos exposiciones colectivas de la Universidad de Sevilla, donde cursó sus estudios, y ahora, mientras espera cerrar algunos interesantes proyectos que tiene a la vista, cuelga algunos de sus trabajos en las paredes La Vieja Sastrería, una coqueta taberna situada en la calle Real de Úbeda que añade así un atractivo artístico a su buen ambiente y rica gastronomía en pleno casco histórico de la ciudad Patrimonio de la Humanidad.
La temática principal de Martínez Guijarro se desarrolla principalmente entre la figura humana y el retrato, aunque también se desenvuelve con matices de la abstracción, sobre todo en los fondos. Siente predilección por la estética andaluza, y muy especialmente por el mundo del flamenco. A él dedica precisamente la muestra en La Vieja Sastrería, que además es su primera exposición en Úbeda.
Paco de Lucía, Camarón, Morente o Moraíto son algunos de los rostros flamencos que Damián Martínez Guijarro ha inmortalizado, así como algunos detalles característicos y poses, como unas manos haciendo palmas, o unos nudillos golpeando a compás, o unos dedos rasgueando las cuerdas de una guitarra.
Con esta serie de obras que tuvo su origen en un trabajo de máster y que después no ha parado de desarrollar, el ubetense ha logrado unir sus dos pasiones: la pintura y el flamenco. Junto a los cuadros en gran formato de consagrados artistas en los que utiliza un fuerte contraste de color, en acuarela realiza retratos pequeños y a carboncillo dibujos de detalles. Añade además símbolos, figuras geométricas, cenefas que siempre tienen un sentido en relación al personaje en cuestión o al flamenco, su historia y orígenes.
Damián Martínez Guijarro ha encontrado su camino entre el estilo figurativo y el realismo, y es consciente de que aún le queda mucho por aprender, trabajar y demostrar en este difícil mundo del arte. Quiere hacerlo lento pero seguro, asumiendo proyectos poco a poco. De momento tiene a la vista varias exposiciones en la provincia y fuera de ella, alguna de ellas con buenos amigos, y espera en el futuro tener la oportunidad de protagonizar una amplia muestra en Úbeda. Merecerá la pena cuando llegue ese día, para él y para quienes quieran conocer su obra.
Mientras tanto, hasta finales de agosto es altamente recomendable pasar por La Vieja Sastrería para disfrutar de dos aperitivos: el de la muestra de creaciones de Damián Martínez Guijarro y el que sirven en barra acompañando una caña bien fría.
Buena formación y buen referente
Damián Martínez Guijarro nació en Úbeda, el 20 de junio de 1990. En la ciudad estudió el bachiller artístico y mas tarde se trasladó a Sevilla para cursar la carrera de Bellas Artes, licenciándose en 2013, para después cursar allí el máster Idea y Producción y el de Arte y Educación. Asegura que su pasión por la pintura le viene de su padre, su «referente», el conocido profesor, historiador e investigador ubetense Juan Ramón Martínez Elvira, quien también ha tenido sus experiencias con los lápices y los pinceles. «Pinta muy bien. Además, siendo yo pequeño, le recuerdo escribiendo, y cuando yo me ponía a su lado, siempre me daba un papel y algo para pintar y así pasábamos el rato», rememora orgulloso.
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