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Alberto Román
Úbeda
Domingo, 28 de marzo 2021, 11:48
En estos tiempos difíciles, de dolor e incertidumbre, el único camino posible es el de la esperanza. Con este alentador mensaje, Antonio Manuel Medina pregonó el inicio de una atípica Semana Santa, sin procesiones ni tantos momentos de encuentro y hermandad a los que estábamos acostumbrados, pero que llega para ofrecer la oportunidad de vivir su auténtico significado desde el recogimiento, desde la fe personal, desde la creencia original. Una Semana Santa que quedará para la historia por lo que no será, pero también porque, de una forma u otra, sucederá en los templos así como en las casas y en los corazones de los cofrades.
Tras un año en el que la Pasión se vivió en confinamiento y ante unos días que vienen en los que los fieles solo podrán ver a sus titulares en sus respectivas iglesias, este pregón era más necesario que nunca, por lo que implicaba de retomar un tiempo detenido. Un año llevaba el pregonero esperando para soltarlo. Un año en el que, lógicamente, aquel primer texto fue cambiando, adaptándose a unas circunstancias tan inesperadas que a todos, sin excepción, nos han removido por dentro. Según confesó a IDEAL el propio Medina en las horas previas, solo un 40% de aquel primer discurso permanecía en el papel impreso de este segundo. El 60% restante lo había escrito nuevamente. Porque tenía que ser así.
Para una ocasión tan especial, la Unión de Cofradías, organizadora del acto, quiso buscar un emplazamiento especial y sacó el acto del habitual auditorio del Hospital de Santiago, optando por la impresionante Capilla del Salvador, el edificio más emblemático y representativo de la ciudad Patrimonio de la Humanidad. Muy simbólico, en plena pandemia mundial, elegir un templo cuya denominación es, además, Sacra Capilla del Salvador del Mundo.
En un marco tan espectacular, pocos adornos hacían falta. No obstante, en torno al atril situado en el lugar del altar, el pregonero se quiso rodear de algunos elementos representativos de las cofradías con las que tiene una especial relación, para sentirse arropado en este trance. Fue el caso de la cruz de guía del Resucitado, su hermandad de cuna, el simpecado de Nuestra Señora de Gracia y el busto del Cristo de la Sentencia.
El pregonero fue presentado por Santiago Muñoz de la Torre, quien hizo una fantástica semblanza de su buen amigo, hermano y compañero, destacando su fidelidad, su disposición y sus férreas convicciones, personales y de fe. «Es una de las mejores mentes narrativas de la ciudad», dijo, rememorando tantos momentos vividos juntos al calor de la amistad y de la devoción por tantas cosas en común.
Llegó entonces el momento de escuchar el pregón, aunque curiosamente comenzó con voz de mujer, la de María Dolores Muñoz, que colaboró para recrear el pasaje de la anunciación a María con el que el pregonero hizo además un guiño a su hermandad de la Virgen de Gracia.
Tras los saludos de rigor, entre ellos al obispo de Jaén que quiso estar presente en el acto, Antonio Manuel Medina habló de lo que esconde Úbeda, haciendo una exaltación de sus silencios, que le llevó de camino a referirse a las cofradías de la Noche Oscura y la Buena Muerte.
Siguió trasladando a los presentes hasta las vísperas, esos días previos a la Semana Santa, cada vez más especiales y que vienen cogiendo fuerza con infinidad de actos, aunque en ello la pandemia también ha causado estragos, impidiendo tantas vivencias en comunidad.
Y después concentró todo el significado de la semana de Pasión en la tradicional despedida que el Viernes Santo protagonizan el Santo Entierro y la Soledad. De esta forma hizo un viaje desde la Cruz de Hierro hasta la iglesia de San Millán acompañando a la Virgen, para deshacer después sus pasos y dejarse llevar con el Cristo yacente hasta Santa María. Gracias a sus descriptivas palabras los presentes pudieron acompañarle con la imaginación, casi percibiendo los aromas, los sonidos y los colores de algo tan característico.
Medina incluyó igualmente en su pregón una oda a las ausencias, a cómo se echan de menos tantos momentos, apartado que aprovechó para aludir al Borriquillo, a la Columna y a las Angustias. Recordó a tantos ubetenses que no podrán venir a la ciudad este año, incluyendo aquí alusiones a la Oración en el Huerto o a la Santa Cena, y rememoró la Semana Santa vivida el pasado año en la intimidad del hogar, tomando en este caso como nexo la Caída y la Expiración. «De domingo a domingo ocupaste el calvario de todos los ubetenses», dijo.
La recta final del pregón fue la más personal. Medina se refirió al Resucitado, la cofradía a la que pertenece desde su nacimiento, y remarcó cómo tantos cristianos son tales gracias a la vinculación que desde la niñez se genera con las distintas imágenes cofrades.
En una parte más poética, pintó con sus palabras una serie de acuarelas que nos vamos a encontrar esta Semana Santa. Y remató, visiblemente emocionado, con un paseo con su hermandad de la Sentencia, acompañando figuradamente a su Cristo y a sus hermanos. Finalizó así un pregón costumbrista, descriptivo hasta la filigrana y con un profundo componente de fe, marcado por una permanente llamada a la esperanza de que todo volverá a la normalidad. «Volveremos; paz y bien», terminó, antes de que la Sacra Capilla estallara en aplausos.
La música también jugó un papel importante durante el acto de ayer, para lo cual Antonio Manuel Medina tiró de amigos. Miguel Ángel Romero aportó su guitarra, con la que interpretó al principio una versión del 'Stabat mater' y aportó unos arreglos flamencos para acompañar las palabras del pregonero. También intervino Cristóbal López Gándara ofreciendo durante el pregón varias marchas al piano, en algún caso acompañado a la trompeta por David Ortal. Y como es habitual, la Agrupación Musical Ubetense, dirigida por Rafael Martínez Redondo, interpretó varias marchas para abrir el acto, entre ellas 'Penas', por petición expresa del pregonero.
Al inicio de la cita, conducida por Pedro Mariano Herrador, se rememoró la entrega de la Medalla de Oro de la ciudad en favor de la Unión de Cofradías a finales de 2019, haciéndose entrega de una réplica a los hermanos mayores de todas las hermandades. Y al final, tras los habituales obsequios, tomó la palabra el obispo para cerrar la velada.
Pregonada la Semana Santa, ahora toca vivirla. De otra manera, pero vivirla al fin y al cabo, incluso de una forma más intensa.
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