Reinterpretar la música tradicional sin sacar las madreñas del plato

Un año hubo que esperar para escucharlo y para verlo, pues al asturiano se le disfruta con el oído y también con la vista dada su innovadora propuesta entre el recital y la performance. Pero la espera mereció la pena. Quizá incluso se le recibió con más ganas, lo cual agradeció el artista ante un público que llenó la nave central del templo desacralizado. No son muchas las oportunidades de tenerle al sur de la piel de toro, lo que supuso además la llegada de muchas personas procedentes de provincias limítrofes.

Rodrigo Cuevas es un espectáculo en sí, cuando canta, cuando se mueve y cuando se dirige directamente a los congregados ante el escenario. También a la hora de vestirse, utilizando prendas extraídas de trajes típicos o regionales de la zona norte del país o versiones de éstas. Se define como agitador folklórico y lo es de los pies a la cabeza, desde las madreñas asturianas de madera que luce en los pies hasta la monteira gallega que usa como tocado.

De esa guisa se paseó por el escenario y también por la música popular de su tierra y alrededores, pero actualizada a su modo, que es el modo del respeto, la recuperación y el aprendizaje. Utiliza así la música electrónica para reinterpretar fandangos y muñeiras, y aunque no se pone límites porque entiende la música como una expresión de libertad, tampoco saca las madreñas del plato.

Ante el público congregado en San Lorenzo y entregado a la propuesta desde el primer minuto, Rodrigo Cuevas reivindicó el orgullo de lo popular, abogó por la recuperación de la riqueza de unas tradiciones que no pueden ni deben caer en el olvido y demostró que lo de antes perfectamente puede sonar ahora. Es un faro de colores que nos ayuda a no perder el norte.