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Jesús Jiménez
Úbeda
Viernes, 31 de julio 2020, 20:35
Una barba larga, espesa, del color blanco de las cimas montañosas que tanto adora escalar, piel morena tostada por el sol de tantos lugares que ha visitado y unos ojos profundos que reflejan el vasto conocimiento que proporciona el recorrer el mundo y conocer otras culturas.
«Viajar es lo que me ha formado y me ha hecho llegar hasta donde estoy hoy», afirma Domingo con una enorme sonrisa que adorna un rostro surcado de arrugas. Si esa frase es verdad, sin duda es una persona con grandes conocimientos, pues con gran probabilidad puede ser el ubetense que más haya viajado desde el siglo XV. Lugares como Etiopía, Nepal, Perú, Egipto o Papúa Occidental lo han acogido y le han enseñado nuevas formas de entender la vida.
No todos los seres humanos seríamos capaces de emular su hazaña. «De cada 5 personas, 1 tiene el gen aventurero, y yo he tenido la suerte de tenerlo». Ese ADN que ya había despertado con 17 años, cuando viviendo con los hippies decidió solicitar el pasaporte para salir de las fronteras de nuestro país.
La vida no siempre acompaña a nuestros deseos, y Domingo tendría que esperar hasta los 46 años para poder satisfacer la necesidad de ver mundo. «Fue un regalo de mi hijo por mi cumpleaños», rememora Expósito mientras los ojos comienzan a brillar, muestra de que apenas puede contener las lágrimas. «Era algo dentro de mí que tenía que desarrollar, viajar es la mayor droga que existe, te hace ver la vida de manera diferente, llevar tu pueblo y traerte cosas a él».
Viajar perdería parte de su esencia si después de visitar un lugar no contáramos lo que hemos visto, escuchado y aprendido. Pero en vez de hacerlo con las personas más allegadas a él, Domingo organiza exposiciones, charlas y talleres con los niños e incluso su propio programa en la cadena local. Sin duda, se trata de un gran divulgador de culturas diferentes a la occidental, que siempre trata de «llevar cosas a tu pueblo». «Cuando un padre te dice que su hijo le ha pedido permiso a una montaña para recorrerla porque yo se lo dije en clase, es una sensación indescriptible».
La diferencia es que sus espectadores no esperan relatos truculentos, sangre y vísceras, como se demanda en las grandes producciones. Todo lo narra con pasión y con una sonrisa, esa que es tan fácil de apreciar a pesar de su nevada barba.
Quizá muchos no puedan llegar a comprender este estilo de vida, y las críticas a que viaje con tanta frecuencia son frecuentes, pero está seguro de que esta es su manera de disfrutar de la vida, y la va a seguir aprovechando «hasta que el cuerpo aguante». «Si conocéis a alguien que quiera viajar, ayudadlo en vez de ponerle trabas».
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